Las lágrimas de la semana pasada de Chema Blanco en el escenario de los Premios Empresario de Badajoz son muy significativas de las dificultades que experimenta a diario este colectivo profesional que cada día abre y cierra sus negocios y despachos con la paciencia de Sísifo y la estoicidad de un eremita.

«Tómese un café ante un autonomo o autónoma. Estará ante un héroe o una heroína», decía Blanco, heredero de una estirpe de barberos que lleva cinco generaciones -un siglo y medio- buscándose la vida por los pelos.

Él aseguraba que el premio Autónomo de La Crónica de Badajoz era un reconocimiento a su «actitud», incólume ante las adversidades que ha sufrido, ante los problemas de cambio de establecimiento, ante la incomprensión de muchos.

Llevaba un discurso escrito. Pocas oportunidades tienen autónomos y empresarios para expresarse en este país en el que quien gana dinero y crea empleo está siempre bajo sospecha. Muy pronto Barbería Blanco cumplirá 150 años en Badajoz. Casi nada.

Las lágrimas llegaron cuando recordó la sentencia judicial que le obligó a abandonar el local que ocupaba y tuvo que reinventarse en apenas unos días. Recordó su aventura televisiva con palabras amargas para los políticos que no acudieron a su llamada.

Con los bancos con los grifos cerrados, los autónomos tienen que hacer malabares cada mes, y eso en un país donde la morosidad es a veces la moneda de cambio de la confianza. El IVA tiene que pagarse incluso a veces de haber cobrado de los clientes. La formación es otra que las debilidades de estos auténticos gigantes de la creación de riqueza. La mayoría son hombres de negocios hechos a sí mismos. Y eso sin contar con una vida que no puede llamarse vida, en la que no hay horas en el día y la sensación de estar siempre trabajando es constante. Y si eres autónomo y mujer, ya ni hablamos. Refrán: la perseverancia todo lo alcanza.

* Periodista