TCtonmovedora, y chocante, la imagen de la ministra italiana de trabajo, Elsa Fornero , al romper en lágrimas cuando presentaba las duras medidas de ajuste aprobadas por su gobierno. Junto a ella, impertérrito, su jefe Mario Monti , que trabajó para una agencia de calificación que nos ocultó la llegada de la crisis. Dos caras de la misma moneda, pues las lágrimas no pueden exculpar a la ministra de su responsabilidad en las consecuencias que las medidas van a tener para la mayoría de sus conciudadanos: la pérdida de derechos y el empobrecimiento. Personalmente, hubiera creído en la sinceridad de su llanto si en el mismo acto hubiera dimitido.

La pregunta ahora es si, cuando el nuevo gobierno de España nos anuncie los agujeros que deberemos hacerle a nuestros cinturones, el encargado de hacerlo llorará. No solo no lo creo, sino que estoy convencido de que nos dirá sin pestañear que lo hacen por nuestro bien. Y si los italianos tienen todo el derecho del mundo a protestar contra las medidas de un gobierno que no han elegido, los españoles no tenemos ese derecho, al haberle entregado el poder absoluto a un partido que se sentirá legitimado para tomar las medidas que considere más oportunas. Sobre todo, sabiendo que en España, la democracia significa dejar las manos libres al partido que gana las elecciones hasta que, cuatro años después, nos invitan a votar de nuevo.

Volviendo a la imagen de la ministra italiana, estoy convencido de que muchos pensarán que sus lágrimas tienen que ver con el hecho de que sea mujer y, por tanto, con mayor sensibilidad. Apreciación errónea si tenemos en cuenta otras comparecencias políticas para hacer anuncios similares. Estoy pensando en Cospedal que, siendo mujer, les anunció a los castellano-manchegos la que se les viene encima. Y lo hizo en un tono similar al empleado por Monti, con todos los pelos perfectamente esculpidos por la laca y los ojos más secos que la mojama. Sin remordimientos aparentes, anunció a sus gobernados recortes en sanidad, educación y sueldos, mientras los suyos permanecen como estaban: Con muchos ceros. Algo similar, por lo demás, a lo que pasó en Extremadura donde, que yo sepa, la vicepresidenta Teniente no ha llorado al conocer el presupuesto para el año que viene.

Pendiente, en fin, de la magnitud de los recortes en España, solo cabe esperar que el encargado o encargada de darnos las malas nuevas lo haga con lágrimas en los ojos o, al menos, con gesto compungido. Y, lo que sería aun mejor, que nos dijera cuántos agujeros nuevos les van a hacer a los cinturones de los más privilegiados, aunque esto es mucho pedir.