WTwsres años después de los atentados del 11 de septiembre, todo el mundo está viviendo aún intensamente las múltiples secuelas de esa tragedia. Pero son en primer lugar los ciudadanos de Estados Unidos quienes no han podido olvidar el ataque a los símbolos del poder de su país y la muerte de cerca de 3.000 personas. Cuando faltan menos de dos meses para las elecciones presidenciales estadounidenses, el recuerdo de los atentados de Nueva York y Washington, reavivado en este aniversario, parece tener un peso en las decisiones de los votantes norteamericanos aún mayor que la desastrosa invasión de Irak y la muerte de un millar de soldados (y de decenas de miles de iraquís).

El presidente George Bush dilapidó la oleada de simpatía y solidaridad internacional tras el 11-S al usarla como coartada para imponer su voluntad en el planeta, pero ha logrado convertir la inseguridad y los miedos de sus ciudadanos en el puntal de su campaña. Eso le ha permitido invertir la ventaja en los sondeos del candidato demócrata John Kerry. Y puede que consiga que la mayoría de los estadounidenses terminen por olvidar que ha sido él quien ha convertido un mundo inseguro en algo aún más peligroso.