Cerca de cien personas desean participar en el gobierno del Ayuntamiento de Cáceres, toda una representación ciudadana que va de inocentes y voluntariosos jóvenes a recalcitrantes matusalenes, movidos todos por la noble vocación de servicio público, lo que es de agradecer. Esperamos que esa vocación no derive luego en una inclinación al servicio propio, como acontece, al amparo de los contentamientos del poder, pero de entrada todos son candidatos, o sea, candorosos, honestos, en quienes debemos tener confianza.

Madrugó el señor Vela para presentar su equipo y en el madrugón me pareció que se había pasado por la guardería y reclutado un personal joven, --¡juventud divino tesoro!--, utópico y temerario, criterios nada despreciables en una ciudad aburrida, de personas mayores, cofradías y asilos, que pide un urgente cambio.

Enfrente, quien perdió hace tiempo la juventud, --¡te vas para no volver!-- el señor Saponi , quien para regresar justamente el asilo para asentar definitivamente una ciudad de personas mayores y cofrades y hasta para inmortalizarse junto al foro de los Barbos, sin tener en cuenta que a cierta edad la poca energía que queda se emplee en las lamentaciones por lo no hecho y en el afán por la pensión, el hospital y el asilo.

El eficaz y probo concejal de Izquierda Unida, señor Santiago Pavón, fue designado como cabeza de lista, mientas, --¡A veces lloro sin querer!-- se centrifuga y sacaba la colada casera, desaparecían los moratones de las revueltas domésticas y se ponía nombre a sus demás compañeros.

Para la señora Carmen Heras parece que --¡ya se oyen los claros clarines!--, lanzada como está tras haber ganado el plebiscito personal en su propio partido y concitado, a pesar de las trabas y zancadillas de los urdidores profesionales, la unanimidad para la Alcaldía de Cáceres con un equipo indicado para remover no solo una ciudad endeudada y triste sino para controlar las pillerías de los niños de la guardería y las puñeterías de los recalcitrantes matusalenes.

Hasta que los votos de los demás conciudadanos decidan, debemos desearles suerte y a quien la urna se la dé, San Pedro se la bendiga.

*Licenciado en Filoligía