En la lucha contra las catástrofes, España es maestra de solidaridad con otros países y vemos ahora cómo Francia sigue un camino seguro en la lucha contra la marea negra, cuando a sus costas sólo han llegado las primeras muestras de chapapote. La inspira el modelo español, que deja bien claro lo que nunca hay que hacer.

"Decidnos lo que han hecho los españoles, que nosotros haremos lo contrario", parecen haber dicho los gobernantes franceses. El señor Aznar tardó un mes en aparecer un ratito por tierras gallegas. Su homólogo francés, el señor Jean-Pierre Raffarin, desde el primer momento ha estado en el lugar en el que aparecían las manchas de fuel. El presidente español estaba de paso y apenas se le vio. Sólo observó el desastre desde un helicóptero. El primer ministro galo se ha calzado las botas y ha recorrido playas sucias de engrudo petrolífero. Su calzado se ensució, mientras que los zapatos de don Josemari, después de su paso por Galicia, se mantenían relucientes e impolutos.

En España, ministros, conselleiros y autoridades varias se esforzaron en quitar importancia a lo sucedido y hasta negaron la existencia de la marea negra, culpando de alarmistas a los que reclamaban la atención de los poderes públicos. En Francia se ha asumido la gravedad del caso y la ministra de Medio Ambiente habla con claridad de las dificultades para superar el trance. En el país vecino no se ha tenido que reclamar la presencia del Ejército en la zona afectada. Aquí tardaron más de un mes en decidirse. La lección española de hacer las cosas mal ha sido aprendida y, haciéndolo al revés, como en Francia, parece que funciona.