Habría que enseñar un poco de filología clásica (no mucha, tampoco hay que pasarse) a los señores diputados, para que entendieran de una vez por todas qué significa la palabra eutanasia. Quizá ellos vean una reminiscencia de emperatriz rusa, igual que uno de mis alumnos que confundió, siglo más siglo menos, al Lutero de las tesis con el peludo y suave de Juan Ramón, que habría escrito Lutero y yo, un título hereje donde los haya; pero no quería que fuera una columna de humor ni de defensa de las clásicas, sino una queja, una petición, un grito que echar en cara a los señores diputados que ni sufren enfermedades ni envejecerán nunca, por lo visto.

De eso se trata la eutanasia, y no de otra cosa, no de herederos enloquecidos haciendo firmar a sus abuelos o padres la declaración de últimas voluntades para quedarse con todo. O de jóvenes sanos que decidan morir porque no ven sentido a este mundo. No, no va de eso. Va de personas como Maribel, enferma de alzheimer desde hace doce años, que acaba de morir con 75, después de una época sin reconocerse en el espejo, ni saber quiénes eran sus hijos ni el hombre con el que llevaba casada sesenta y tres años. Cuando la enfermedad aún no había asolado su memoria, Maribel firmó un documento de últimas voluntades para no vivir sin lucidez, con dolor, sin poder recordar. Sus hijos recogieron trescientas mil firmas para poder ayudar a su madre a morir en paz, pero no lo consiguieron. En las fotos, Maribel aparece feliz, antes de la desolación. Tiene los ojos grandes, y aún no adivina el horror de levantarse un día y no saber quién te mira desde el espejo o por qué te dan besos personas extrañas.

De esto trata la eutanasia. De la dignidad de no estar atada a una cama entre pesadillas, o depender de todos para comer e ir al servicio, o que tu cuerpo se llene de llagas porque no puedes levantar ni un dedo. Trata de todo esto, de las personas más allá de la desesperación, de sus familiares, de estos políticos pacatos que aún parecen educados en el martirologio cristiano, como si pasar dolor te concediera el pasaporte a no sabemos qué sitio.

Eutanasia según la RAE significa una intervención deliberada para poner fin a la vida de un paciente sin perspectiva de cura. O muerte sin sufrimiento físico. Maribelya no va a conocerlo. Parece mentira que se tenga que legislar el derecho a morir tranquilo. Aprendan latín y griego, señores diputados, y no piensen que serán siempre jóvenes o estarán siempre sanos, y, sobre todo, aprendan humanidad y empatía. Falta les hace.