WEwl informe definitivo norteamericano sobre las causas del 11-S recoge un cúmulo de fallos de "estrategia política, gestión, capacidad y, sobre todo, imaginación" que permitieron el atentado más sangriento de la historia. Pero, una vez más, no responsabiliza a nadie. La conclusión de la comisión del Congreso de EEUU exculpa muy convenientemente al presidente Bush y no desengaña a los electores sobre las capacidades de su gobernante a poco más de tres meses de las elecciones presidenciales.

Sin embargo, por primera vez los congresistas plantean estrategias contra las causas profundas del terrorismo global y hablan de apoyar la educación y de estimular el desarrollo económico. También, por fin, admiten la necesidad de sacar a la luz los contenciosos con el régimen oscurantista de Arabia Saudí y establecer una relación que vaya más allá del mero interés petrolero. Aun así, está claro que puede hacerse mucho más para evitar otro atentado como el de Nueva York, pero es imposible garantizar que no se repetirá un 11-S (o un 11-M). En cambio, sí se puede lograr que las políticas gubernamentales no exacerben aún más los fundamentalismos religiosos y los odios interétnicos.