WAw diferencia de otros aniversarios, el que hoy conmemora los 20 años del accidente de la central nuclear de Chernobil (Ucrania) no refleja ningún tema cerrado o una cuestión bien aclarada. Aún no hay cifras indiscutibles del número de afectados, ni de los que sufrieron la nube tóxica inicial ni de los cientos de miles de trabajadores mal pertrechados que participaron luego en la liquidación de la central. Lo único que conocemos es el incremento de personas fallecidas de cáncer o que desde entonces sufren malformaciones. Las estimaciones más verosímiles apuntan hacia 100.000 muertos y 70.000 inválidos. Ese horror clama contra ocultar la información, algo a la larga tan peligroso como la mala construcción de las centrales o su mantenimiento insuficiente. Es un aviso nítido a quienes, en España y fuera de ella, también practican la restricción informativa sobre este tipo de temas. El incremento desmesurado de la demanda energética y la excesiva dependencia de un petróleo que alcanza precios astronómicos está reabriendo en todo el mundo el debate sobre la construcción de nuevas centrales nucleares. Pero el precedente de Chernobil y sus lecciones nos invitan más bien a estimular las energías alternativas.