QUEJAS SOBRE

LA TELEFONIA

Llamadas a Fiyi

Mónica García Milán

Correo electrónico

En marzo del 2009 solicité el traslado del teléfono y el ADSL a Orange. En mayo, y tras un mes sin ADSL y 10 días sin teléfono, por fin me conectaron. Había contratado teléfono, ADSL y canal de TV, pero nadie ha venido nunca a traer el codificador para la TV, con lo que no tengo los canales de pago ofertados. El ADSL funciona a pedales, no he recibido el contrato que debía firmar y, sin saber por qué, me enviaron dos routers, totalmente diferentes y con unas instrucciones de conexión incomprensibles, que me obligaron a llamar a un 902 una docena de veces. Aun así, no me quejé. Pero un día recibí una factura de 117 euros. Me quedé estupefacta. Llamé a otro 902 para preguntar a qué se debía ese importe y me dijeron que llamaba cada noche a Fiyi. ¡Increíble! Resulta que, por privacidad, marco el prefijo 063 antes del número (por ejemplo, 063 93 ...), un prefijo gratuito que usé con otras compañías sin problema. Pues bien, esta fue la explicación de Orange: "A nosotros no se nos refleja el número 0, y el prefijo 639 es el de Fiyi". Me cobran llamadas interurbanas como internacionales.

LA CELEBRACION

DE LA NAVIDAD

Crisis de valores

María Arias

Correo electrónico

Cada vez que miramos el televisor, escuchamos la radio y leemos un periódico, encontramos la palabra crisis de una forma u otra. Una crisis que parece que nos haya golpeado como la tramontana, y, que cada día, toma más eco en boca de todos los que nos rodean: que si la economía, que si el ahorro, que si la bajada de las ventas, que si el cierre de comercios, etcétera. Pero, ¿qué hay de la actual crisis de valores? ¿No creen que nos estamos deshumanizando? El tema económico es sumamente importante y nos afecta a todos de una manera u otra, pero la crisis también está en los valores.

Quizás esta crisis pueda ayudarnos a desprendernos de lo que es fundamentalmente material, y celebrar una Navidad diferente, valorando no solo los regalos, la decoración y una buena comida, sino que --como dicen las postales navideñas--, respirar el verdadero espíritu navideño, que es aquel que no se puede conseguir con dinero.

TRISTE CONCLUSION

El aburrimiento, como signo de progreso

Maribel Núñez Arcos

Badajoz

Días atrás leí en un artículo la afirmación que el mayor signo de progreso, de comodidad y de triunfo personal es el aburrimiento. Se me han caído los palos del sombrajo al llegar a la triste conclusión que, según esa teoría, he fracasado en la vida. Yo no tengo tiempo para aburrirme.

Confieso que la vida me divierte, he de admitir que me río a carcajadas con frecuencia, que se me acumulan las ideas, se me amontonan las tareas, que puedo empapelar la Capilla Sixtina con mis proyectos, pero en mi día a día no queda espacio para la depresión ni para el tedio. Mi vitalidad ha estrangulado la porción de triunfo que me correspondía. ¡Qué le vamos a hacer! Es posible que triunfe cuando me haga mayor, cuando ya no pueda entablar una acalorada discusión sobre los orígenes del ornitorrinco, deje de soñar con los pies al son de una melodía, y ya no sienta mariposas en el estómago cerca de mi pareja. Para entonces, triunfar a base de aburrimiento será un imperativo natural. Pero yo procuraré ser una vieja divertida y fracasada.