CARTA DE LA FAMILIA

DEL ESCRITOR

Delibes era agradecido

Familia Delibes de Castro

Valladolid

Miguel Delibes, nuestro padre y abuelo, decía que había que agradecer siempre las misivas y mensajes, salvo si eran insultantes o amenazadores, que también los hubo en su vida. Con ese criterio, él nunca dejó de contestar una carta. Pero es difícil responder a las innumerables muestras de cariño que hemos recibido estos días.

¿Cómo transmitir hasta qué punto nos han emocionado las palabras afectuosas que han inundado los libros dispuestos al efecto en el Ayuntamiento de Valladolid? ¿Podemos buscar una por una a todas las personas que aplaudían el paso del cortejo fúnebre para decirles que su expresión de respeto y admiración nos puso la carne de gallina y nos arrancó las lágrimas? ¿Lograremos identificar a todos cuantos han viajado estos días a Valladolid para dar su último adiós al escritor y un abrazo a nosotros, que a veces ni siquiera han conseguido?

¿Y a los miles de maestros y padres que han leído a sus discípulos e hijos unas líneas de sus novelas, o a las personas anónimas que por toda España han colocado flores y espigas en los rótulos de las calles que hay con su nombre?

Intentaremos contestar directamente a cuantos podamos reconocer y localizar, pero somos conscientes de que serán muchos más los que no lleguen a recibir en persona nuestro mensaje. Sirvan estas líneas, por tanto, de agradecimiento general. Autoridades y medios de comunicación de todo signo han evocado a nuestro padre y abuelo y nos han tratado a nosotros mismos con extrema delicadeza, comprendiendo, y en muchos casos compartiendo, nuestro vacío y dolor. No saben hasta qué punto nos han consolado y reconfortado, al tiempo que nos hacen aún más conscientes del privilegio que supone llamarse Delibes y del compromiso ético que apareja. Desde el recuerdo más entrañable de Miguel Delibes y de su multitudinaria despedida, muchas gracias a todos.

CRISIS ECONOMICAS

Aguirre no puede, ni debe rebelarse contra el IVA

A. Gerrando Redolar

Correo electrónico

Estoy anonadado, asombrado y espantado. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha llamado a los ciudadanos a rebelarse contra la subida del IVA, aumento que considera injusto, por lo que quiere impedir su aplicación a toda costa. Acepto las protestas y las acciones reivindicativas --incluida la rebelión pacífica-- ante lo que se puede calificar como una injusticia, pero, ¿pueden las autoridades llamar a la rebelión? Si la respuesta es sí, ¿qué habría pasado entonces si los autores de esa insumisión hubieran sido Josep Lluís Carod-Rovira o Juan José Ibarretxe? La gente se los habría comido vivos, sobre todo en Madrid. De lo que se deduce que la llamada a la rebelión ante la autoridad legalmente establecida tiene ciertos matices; es decir, que depende de quién la haga. Si la idea que genera la llamada a la rebelión gana o convence a los ciudadanos, se puede llegar a cambiar la ley, y hasta un sistema entero. Pero si pierde, en algunos países (como en la democrática España, sin ir más lejos) la pena es ir a prisión por una buena temporada.

Todo es defendible, aunque una cosa son las ideas y el método para defenderlas, y otra, las palabras empleadas para tal fin. Está bien rebelarse; hasta resulta romántico. Una autoridad legalmente constituida, sin embargo, como la presidenta de una comunidad autónoma, no puede, ni debe, rebelarse contra el Estado que le paga la nómina.

Yo, como persona física responsable ante la ley, tengo todos los motivos del mundo para rebelarme. Si no lo hago públicamente, es porque me asustan las consecuencias. Pero la señora Aguirre, presidenta de Madrid y representante legal del Rey en dicho territorio, no tendría ni que haberlo pensado.