La lectura, ya lo tengo dicho muchas veces, soy cansina, debería recetarse en los ambulatorios (ya no sé si se llaman así, y eso que es una denominación preciosa), y en los centros de salud, y sobre todo en las consultas de psiquiatría.

Menos ansiolíticos y más libros, podría ser el lema. O coge un libro y échate a la calle a leer, a sentarte en un banco de un parque cualquiera y dejar pasar el tiempo. Respira. Detente. O en tu propia casa. Deja de hacer cosas, céntrate un poco y dedica media hora a la lectura.

A lo mejor en el famoso plazo de los veintiún días te acostumbras y lo has convertido en un hábito, como comer sano o lanzarte al deporte.

La lectura tiene incluso más beneficios, y es más barata. Si no quieres pasarte por las librerías, esas islas de resistencia, puedes acercarte a las bibliotecas, refugio seguro. O apuntarte a un club de lectura, la cumbre de la disidencia contra la ignorancia.

Lee la receta y sigue las instrucciones. Farmacias hay por todas partes, ya las he enumerado casi todas. Y además leer apenas tiene efectos secundarios, aunque eso sí, los que produce suelen ser duraderos e importantes. No te provocará ninguna erupción cutánea, ni picores, pero sí puede alterar tu visión del mundo.

Tampoco te provocará trastornos intestinales, aunque sí puede que se te revuelvan las tripas ante algunas páginas, que te sonrojes, te avergüences, te enamores y te conmuevas hasta ese punto del estómago en el que vas a enterrar la angustia que antes apaciguabas con pastillas, y ahora calmarás con palabras, benditas sean. ¿Y qué libros podrán mandarse? Los que sean, no vamos a ponernos exquisitos con las primeras dosis, se admite todo tipo de genéricos, ya llegarán los medicamentos específicos.

No olvidemos tampoco que para los dolores y las alegrías siguen funcionando los clásicos, los de toda la vida, los que tienen eficacia probada.

Para otros, habrá que consultar al farmacéutico, e incluso no está prohibido automedicarse.

Existe un libro para cada síntoma, a veces, muchos más.

Entre tantos remedios, habrá alguno que te salve de ti mismo, o del mundo en que vives, y que te lleve a otros posibles, diferentes, irrepetibles, que no pueden disolverse en agua, se toman antes o después de las comidas, se disfrutan también con el estómago vacío, y te nutren de otras vidas que no necesitan en absoluto ninguna maquinaria pesada, a excepción de unos ojos, un lugar más o menos tranquilo, buena luz y el alma en barbecho.