TLtibros. Lecturas de tregua. De desasosiego. De lo que puebla tus sueños, viste tus días, nutre tu imaginación, alimenta tu cerebro, emociona tu corazón...

Lectura de iniciación con la aldea de tebeo que resiste al invasor, y Mortadelo y Filemón y los Hollister. Y como si fueras Lucilio en femenino; y con el sereno Tao-Te-King que acrecentó tu lado marmóreo. Y las lanzas que se usarán como apoyo para las vides.

Lectura de amor y mística del murciano musulmán Ibn Arabi ; lectura racionalista para perplejos del cordobés hebreo Maimónides . Ancestros tuyos también y ya muestra de la España rica y diversa cuando esto aún no era España...

Lectura de quienes te hicieron amar las verdes praderas y no temer las fieras; que te empujaron a amar el amor e ir a buscarlo. El amor y qué habría sido de nosotros si no existieran puentes; el amor verdadero y me llamo Iñigo Montoya y tú mataste a mi padre, prepárate a morir.

Lecturas que convierten varias semanas de estancia en un hospital en una especie de vida paralela en la que, recostada en una cama, te vas transformando sucesivamente en cada una de esas mujeres de existencia torturada del siglo XIX; y una semana fuiste Ana Ozores, y la siguiente Ana Karenina, y cuando te dieron el alta y guardaste reposo penaste con Emma.

Lecturas hay también que te enseñaron lo que te ocultaron en la escuela. Así, viajaste por las cuatro estaciones, y al vino, la amarga belleza, las huidas en el tiempo, los amantes que mueren amando a porfía...

Y creíste en la bondad humana rousseuniana, y aún crees en utopías y en que hay que sembrar vida y conquistar el pan para todos. Y esas lecturas, sí, amueblaron tu cerebro, que dudas hayan terminado de modelar tu vida.

Viviste aventuras inolvidables de visires y alfombras mágicas, torres de marfil, piratas, niños encerrados en una isla, salamandras, mensajes en botellas, submarinos, barcos, ballenas blancas...

Y conociste también lecturas muleta, de esas que alivian los lloros en el tren de tu ciudad a la mía después de un adiós; de esas que ayudan a disimular un desamor... No llorabas por ninguno de los personajes de la novela, como seguramente imaginaban quienes te miraban mientras sollozabas amargamente, llorabas por él mientras parecías fijar tu mirada en el libro cuando en realidad te dirigías al infinito; a un infinito lleno de entrañas vaciadas y ojos rojos.

Y al fondo Yourcenar y Delibes y Benedetti y un no sé qué bañado de una bruma de languidez que todo lo envuelve.

Realidad o ficción, por formación, por diversión, por deleite, por engañar al tiempo, por zafarse del aburrimiento, por adoración, por desquite, por perderse en otras gentes y en otros mundos, porque sí...