El pasado jueves una tienda de lencería fina de Turquía fue obligada a cerrar momentáneamente. ¿El motivo? El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan iba a pasar por delante de ella para inaugurar un centro comercial y dada su ideología conservadora e islamista a algún lumbreras pelotillero se le ocurrió que era lo mejor. Lo curioso es que ni siquiera habían traído el género a la tienda, sino que sólo tenían productos de cosmética, aunque eso sí las paredes estaban decoradas con fotografías de modelos de una famosa marca de ropa interior 'sexy'. La verdad es que esto de poner el esparadrapo antes de que salga el grano es muy peligroso. Es lo que comúnmente se llama prejuicio. ¿Y si al primer ministro le 'molan' las braguitas de encaje? ¿O los camisones transparentes? ¿Existe la lencería gruesa o no tan fina?

Siempre he pensado que los cuerpos desnudos son muy tristes y que la incorporación de ropajes que tapen nuestras zonas sensibles los hacen más bellos y atractivos. No hay nada malo en la desnudez, ni en ver a una madre dando el pecho a su hijo; sin embargo las religiones han encontrado en los 'cueros vivos' un tabú que inculcan, todavía no sé con qué fin. Aunque lo peor son los que se creen más papistas que el Papa, en este caso, los talibanes. Hay que ser lametraserillo y agitaplumeros para adelantarse a la opinión del prócer de forma tan rastrera. Desgraciadamente, este mundo en crisis de estos hay muchos, que no nos dejan alegrarnos la pestaña ni siquiera con las elucubraciones de nuestra propia imaginación. Refrán: Al que de ajeno se viste, en la calle lo desnudan.