Días después del referéndum convocado por el Gobierno catalán para decidir la independencia de Cataluña, a <b>Carles Puigdemont</b> le hicieron una entrevista en la cadena de televisión británica BBC. Y viste y oíste cómo respondía en castellano -que la BBC doblaba al inglés y ofrecía en subtítulos-- a las preguntas que su entrevistador le hacía en inglés. Supones que no contestó en inglés porque no sabe hablarlo, pero te preguntas por qué no lo hizo en catalán. Hubiera sido lo más lógico. Concluyes que pudo haber dos razones: que el presidente catalán quisiese universalizar el mensaje, ya que el castellano es el segundo idioma más extendido en el mundo -después del inglés--; o que la BBC no dispusiese de un traductor del catalán al inglés. Y otra conclusión que sacas es que a cualquier catalán le es más fácil comunicarse fuera de Cataluña en castellano que en catalán. Y te vuelves a preguntar: ¿Por qué hay catalanes tan radicalmente independentistas que repudian el castellano hasta el extremo de negarse a hablarlo y de pretender que se deje de enseñar en los colegios?

Sin duda que hay una mayoría de ciudadanos catalanes que desean seguir siendo bilingües y hablan el catalán sólo con interlocutores que lo entienden. Pero el resto -los que están obsesionados con separarse de España-- lo utiliza como arma arrojadiza, como diciendo «mira si soy tan distinto a ti que incluso hablo distinta lengua»; o «no me voy a esforzar en que no me entiendas». En esto hay un tufo a desprecio. Aunque saben que fuera de Cataluña el castellano les será más útil que el catalán.

Piensas en el relato bíblico que dice que los hombres quisieron llegar hasta el cielo valiéndose de la construcción de la Torre de Babel, y por su soberbia Dios los condenó a hablar distintas lenguas para que no pudiesen entenderse y así impedir la construcción de la torre. Luego los dispersó por el mundo.

Ahora hablamos multitud de lenguas que muchas veces impiden que nos entendamos. Nos convertimos en analfabetos cuando queremos leer textos que no entendemos. Por ello en España se debería enseñar a todos los niños a hablar el castellano, el catalán, el eusquera y el galego. No sólo para que sean menos ignorantes, sino para evitar que ninguna lengua oficial española se utilice sectariamente para impedir la comunicación.