El dolor siempre es diferente. En el dolor físico puede haber semejanzas, pero el dolor emocional es, por naturaleza, individual. Cada cual lo vive a su privada y única manera. Tiene la lógica propia del ser humano, del animal racional que somos. Nuestra singularidad nos lleva a sufrir, a sentir, a expresar el dolor con la coherencia de quiénes somos. A comprenderlo, también.

Cada uno gradúa su dolor y las cosas por las que sufre. Por más que usted o yo no lo entendamos, se puede padecer por cosas que nos son culturalmente incomprensibles. Se nos escapan. Me resulta curioso aquellos que dicen no entender por qué nos duele más la muerte de un perro o un famoso respetado que forma parte del imaginario colectivo que no las continuas y repetidas víctimas de entre los exiliados que llegan diariamente, esperanzados y a la vez atenazados por el miedo, a las costas que llamamos fronteras. Puedes no compartirlo, pero yo sí lo entiendo. Cuestión de perspectiva que nos preocupe más el del al lado, el familiar, el vecino. Que nos asuste más aquello que entendemos porque se asemeja a la pulsión diaria.

Por descontado que hay códigos universales. Por supuesto que no merecen más comentario esas groseras actitudes del ombliguismo propio de las sociedades que pueden permitirse el lujo de la inconsciencia. De la baja calaña y nula razón de quien pide que no se quite un programa para informar de un atentado. Indudablemente que no tiene más valor una vida segada en Bataclan que la que se va ahogada en el durísimo tránsito al "paraíso" que se les antoja empieza en Lesbos.

Ocurre que una imagen es muy poderosa. Vivimos en un día a día acelerado, con una realidad que se licúa en nuestras manos, y necesitamos el asidero visual como recordatorio. El niño muerto en la playa griega fue una bala directa al corazón y a la conciencia. Pero es una imagen: el niño sigue existiendo. Es otro, muchos otros, todos los que arriban a Europa buscando una posibilidad.

OCURRE QUE, también, la demagogia con el sufrimiento es tentadora. Me despiertan escalofríos aquellos que reparten carnés y que dejan entrever qué sufrimiento es superior, qué derrota tiene mayor belleza moral. Los que se muestran asqueados frente a sentimientos que creen mínimos. Parece muy difícil (y algo impostado) hacerte acreedor de todo sufrimiento universal. Modernos panteísmos de barra de bar.

Europa se enfrenta a un reto mayúsculo. Sin duda, el drama de los refugiados y emigrantes es la mayor incógnita que deben responder los líderes europeos. Un reto como no habíamos vivido, y exige coordinar (reales) para evitar que la hégira sea siempre tragedia. La esencia misma de la construcción europea demanda que no demos la espalda a los que llaman a nuestras puertas en busca de un futuro (no ya mejor, sino posible). Un continente que se devoró a sí mismo en dos enormes conflictos no puede olvidar su pasado y obviar la ayuda internacional que contribuyó a su reconstrucción. La solidaridad deber estar en nuestra razón de ser.

Espero que además no caigan en la torpeza de no ver cómo se está convirtiendo en una amenaza interior. Porque es el momento de los apologistas del todo va mal. La suma de la crisis y la falta de respuesta adecuada a los desafíos de la creciente inmigración crean el caldo de cultivo perfecto. No es casualidad el ascenso de una ultraderecha que llama a las puertas del gobierno en Viena. Ni que cobren votos y tomen calles, resurgiendo en Alemania. No es casualidad el debate en Reino Unido y el posible "Brexit". Claro, tampoco es casualidad que haya corrientes populistas presidiendo Grecia. Y en el intento de "asaltar los cielos" en España o Francia.

¿No es curioso que casi todos esos movimientos (de tan distinto signo) señalen a la Unión Europeo como el origen de todos los males? ¿Que busquen la salida del euro, mera excusa para dinamitar una Europa en la que no creen? En verdad no tanto: la búsqueda de un enemigo grande, casi inasible, abstracto, sin cara y con tintes amenazante es característica común de los populismos. No quieren explicaciones, porque no buscan razones, sino explotar sentimientos, resentimientos.

Viejos fantasmas en la nueva Europa. Me parece un reto mayúsculo porque soy un fervoroso creyente de todo lo que hemos esculpido a través de la Unión Europea. Nunca Europa había vivido un período de paz tan prolongado ni una prosperidad tan consolidada y duradera. La solución está en Europa y no fuera de ella. Pero las señales hay que escucharlas. Lesbos, Viena. Son preguntas. Y no atenderlas o escurrir el bulto solo es una sorda forma de alimentar al monstruo.