Me indigna comprobar cómo continúa una ley, supuestamente elaborada con la mejor intención, pero que en la práctica está resultando del todo insuficiente, irrelevante y al mismo tiempo negativa. Me refiero a la ley de alejamiento del maltratador hacia la maltratada.

De las casi 50 mujeres asesinadas que llevamos en lo que va de año, la mayoría disfrutaban de dicha ley, lo cual evidencia que cuando un individuo está dominado por el odio, el rencor o los celos, o es un psicópata nato, acaba pasándose la orden de alejamiento por el forro. El tema, no por repetitivo, es menos terrible, y hay que replanteárselo seriamente.

En primer lugar, hay que velar por una educación que fomente, desde la cuna, el respeto al prójimo, el civismo y le humanitarismo.

Pero, si por desgracia (o dejadez o ignorancia paternas) eso no es posible, el ser humano llega a adulto viciado, y entonces son los gobernantes y los juristas quienes deben buscar, enérgicamente, métodos nuevos, eficientes y severos para controlar la violencia machista.

Sabemos que la ley debe protegernos a todos, pero especialmente a los más débiles, y no es sensato promulgar leyes que se sabe que no se podrán cumplir.

Concha Montagud **

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