Europa no parece desperdiciar ninguna ocasión para seguir renunciando a los principios en los que se basa la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, a saber, "los valores indivisibles y universales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad". La reacción de Bruselas a la tragedia de Lampedusa, consistente en la creación de un grupo de trabajo, tiene la única finalidad de disimular su incapacidad para afrontar la inmigración. Tienen razón Alemania, Francia y Suecia cuando, para evitar compromisos, dicen que ellos reciben muchas más peticiones de asilo que Italia. Pero la gran diferencia está en que muchos de los que llegan a las costas italianas --como a las de España o de Malta-- llegan cadáveres, son ahogados. Ahora mismo en Lampedusa hay 289 ataúdes con los restos de 289 eritreos. Y los que llegan vivos se exponen a ser tratados como delincuentes. Porque en la Unión se está convirtiendo la inmigración clandestina en un delito del que se culpabiliza a aquellos dispuestos a salvarles la vida.