Sigue el calor y el otoño bellísimo de Extremadura muta en verano eterno. Mientras, en la fecha en que otros años empezaban las lluvias, suda la reina dentro de un traje otoñal cuando se celebra el día de la Hispanidad. Hermoso nombre que llena la boca si se pronuncia sin complejos porque significa hermandad de pueblos que hablan la misma lengua además de evocar la fraternidad, igualdad y libertad. Ya sé que en muchos lugares se prefiere hablar de lucha indígena para mayor gozo de quienes disfrutan difundiendo las mentiras y medias verdades probadas con las que se escribió la Leyenda Negra, basada en la manipulación, tergiversación y exageración de la realidad, cuando no de su ocultamiento, y propagada merced al odio y la ignorancia.

Porque hay que afirmar que así como leyenda es una narración popular que cuenta un hecho real o fabuloso, es decir inventado, adornado con elementos fantásticos o maravillosos, es decir de ficción, y que se transmite en su origen de forma oral, es decir, también con la murmuración o la calumnia, en el caso de la que nos ocupa, lo que hoy se está creando no es sino reality, en el sentido de que sus protagonistas son personas reales de la sociedad con sus problemas.

Y qué más espantoso reality y qué más espeluznantes problemas sicológicos y emocionales al desnudo que los protagonizados por esas personas, por clasificarlas de alguna manera, que utilizaron el jueves las redes sociales para reírse o alegrarse de la muerte de un joven de 34 años que se estrelló con su avión en acto de servicio ante su mujer, madre de un bebé que le esperaba en la base de Albacete.

Una puede entender el odio o el ansia de venganza en personas sometidas, vejadas, maltratadas o víctimas de agresión bestial ya puntual o prolongada. Pero qué daño les pudo hacer el joven Borja a todos los que twittearon alegremente su tragedia.

Esto no es Leyenda Negra. No tiene épica ni grandeza ni merece un relato. Tan solo es un degradado reality protagonizado por españoles que no quieren serlo. Y con el color de la mierda. Sin perdón.