La mercadotecnia debe de ser un mundo apasionante, parecido a la magia. Alguien crea un producto innecesario en un mercado saturado de cosas que no se necesitan, y enseguida surge un experto que nos convence de que tenemos que comprarlo.

Hay campañas de publicidad que deberían formar parte de la historia del arte, y otras que a fuerza de machaconas son eficientes. Todos recordamos eslóganes excelentes, logotipos que nos acompañan desde niños, canciones oídas mil veces en televisión.

Hay productos que se venden solos y que al mismo tiempo arrastran una campaña originalísima, como si cada año se hubieran propuesto sorprendernos, y otros que estarían condenados al ostracismo de la estantería de abajo si no fuera por el trabajo de los publicistas.

No siempre funciona, ni los triunfos son predecibles, pero detrás de cada producto se esconde el estudio de un mercado cada vez más caprichoso, cada vez más saciado y difícil de contentar.

Esta supuesta magia también afecta a la política, a los electores, la cartera de consumidores más deseada. No hay más que repasar la reciente historia de las elecciones en nuestro país, y la más reciente aún moción de censura.

Los asesores estudian el mercado, aconsejan y lanzan un producto con el que se podrá estar de acuerdo o no, aunque eso ya sea lo de menos.

Lo que importa es convencer de la existencia de una necesidad, y luego, cubrirla. En medio ir repartiendo pinceladas, unas de seriedad y rigor, otras, de alegre ligereza.

Ministros que sepan lo que hacen por experiencia anterior. Otros suficientemente preparados. Otros dispuestos a aprender, pero casi todos con un añadido que los haga atractivos para el público. A lo mejor hubiera sido suficiente prometer honestidad después de tanta inmundicia.

Una limpieza general. Un castigo ejemplar. Algo así, que suena tan antiguo, tan alejado de los golpes de efecto, de las tracas finales, de los fuegos que a mí me sobran para emocionarme con algo que yo veía necesario sin necesidad alguna de campañas publicitarias y asesores que me lo hicieran ver.