Ahora que ha pasado un poco la tormenta político-social (esto parece de otra época) desatada por la exposición de fotos del señor Montoya, quisiera sumarme al debate.

Me parece increible que en un Estado de derecho (sobre todo de libertad) un tema de este tipo pueda convertirse en un problema social, creándose una polémica de tales dimensiones. La situación ha superado sus límites artísticos y se ha transformado en una herramienta de oposición política y además en una plataforma de críticas no solo al autor, sino a todos aquellos que han tenido relación con él.

La iglesia ha puesto el grito en el cielo, porque considera que la exposición daña la sensibilidad de muchas personas, además de denunciar que semejante "aberración" ha sido sufragada con dinero público. El señor Montoya es libre para manifestarse artísticamente, al igual que lo son los obispos para ofender y dañar, también, la sensibilidad de un gran sector de la población, cuando salen a protestar contra la igualdad de derechos de los matrimonios gays, tachándolos de antinaturales (y de otras cosas que me niego a reproducir aquí). Esa libertad, la Iglesia, la ejerce con dinero público, no lo olvidemos.

No podemos poner límites a la libertad artística, ni a la libertad de expresión, pero sí podemos educar para saber convivir con ella.

Hay algunos temas sobre los que difícilmente vamos a lograr un acuerdo. Solo me gustaría repetir las palabras de Voltaire: "Detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que pudieras seguir escribiéndolo".

Antonio Ruiz **

Cáceres