Me pregunto si serán tan tontos la mayoría de los periodistas del mundo como para sacar de contexto --es decir, para equivocarse o mentir-- al informar de que el Papa dijo que el preservativo agravaba el sida en Africa. Y si fueran tan tontos, ¿cómo es que el Papa no ha rectificado esa falsa información que, según los expertos, puede aumentar en millones las víctimas del sida en el continente negro y en todo el mundo? Ante ese gravísimo hecho, en un país tan conservador y católico como Bélgica, los representantes elegidos por el pueblo para defender, en primer lugar, su salud, se han sentido obligados a reprobar esa afirmación papal, como han hecho los ministros y diputados de otros países europeos, entre ellos España. ¿Cómo pretender que hacer lo mismo en España sería una iniciativa sectaria, y que el Parlamento no está para eso? Más aún, se ha intentado ya taparles la boca a nuestros parlamentarios, y el cardenal Antonio María Rouco ha presionado directamente a José Bono --presidente de la Cámara baja-- para que sus señorías no puedan hablar de ese tema, nada religioso y falso: se ha probado científicamente que el preservativo no agrava el sida. Esto supone una gran falta de respeto a la libertad de expresión, aunque en opinión de Ana Botella la libertad de expresión atacada es la de Benedicto XVI. Conocida, pues, la posición de la Iglesia católica al respecto, la libertad de expresión secuestrada es la de los representantes democráticos de los ciudadanos. Un yerro y una mentira, si no se reconocen, solo pueden excusarse con más embustes y atropellos cada vez mayores. Se coge antes a un mentiroso que a un cojo.

Martín Sagrera **

Correo electrónico