El Gobierno quiere reformar la actual la ley del tabaco y quiero hacer una reflexión al respecto. Si yo voy a un restaurante, donde como, bebo agua y me fumo medio paquete de cigarrillos y, cuando salgo, cojo el coche y tengo un accidente, el siniestro no habrá ocurrido porque mi conducción estuviera condicionada por el alcohol. Por el contrario, si en el restaurante me fumo un paquete de cigarrillos y bebo como un cosaco bebidas alcohólicas (que son legales) y, al salir, provoco un accidente, entonces sí que me acusarán de que en el accidente ha influido el consumo de alcohol. En este sentido, ¿acaso es más peligroso el tabaco que el alcohol? Evidentemente, no. Uno de los argumentos del Gobierno para modificar la ley es la salud. Pues bien, tanto el alcohol como el tabaco son nocivos para la salud. Si el tabaco perjudica al pulmón, las bebidas alcohólicas perjudican al hígado. No estoy en contra del consumo de tabaco y alcohol. De hecho, soy un consumidor moderado de uno y de otro. Pero sí soy contrario a la prohibición del derecho a elegir libremente la manera de vivir, disfrutar y morir de cada persona. Tengo que recordar a los gobernantes que en la época franquista y en la transición ellos eran jóvenes y reivindicaban el derecho a la libertad en el más amplio sentido de la palabra: libertad para votar, para protestar, para fumar y para beber. Lo digo con conocimiento de causa porque lo viví. Ahora, argumentando razones de salud, nos prohíben aquello de lo que disfrutaron ellos. No obstante, reivindico que para el consumo de tabaco se mantenga la actual ley, que determina lugares separados o locales exclusivos para fumadores. Que cada cual pueda elegir sin perjudicar a los demás. Creo que a eso se le llama libertad.

José Luis Figueroa **

Correo electrónico