Nada de carteles, camisetas ni adhesivos. El lema No a la guerra no puede aparecer en los colegios electorales ni en sus cercanías. Así lo ha decidido la Junta Electoral Central (JEC).

El columnista quiere trasladar una duda al organismo que vela por la pureza de las elecciones. ¿Estoy equivocado si, respetuoso con la doctrina de la JEC, creo que el Sí a la guerra es perfectamente lícito? Los magistrados prohíben las muestras en contra, pero no dicen nada de las que están a favor, lo que se puede interpretar como un respaldo, de acuerdo con el principio de quien calla, otorga. Los miembros de la institución son personas conocedoras de la ley. El Sí a la guerra viene amparado por la libertad de expresión y lo mismo ocurre con el no, pero lejos de los colegios electorales. En las proximidades y hasta el domingo por la noche, se ha decretado el estado de excepción parcial para el artículo 20, apartado 1, letra a, de la Constitución. Según lo que piense, no seré libre para expresarlo según en qué hora y en qué lugares. Pero tengo otra duda, que respetuosamente traslado también a los señores magistrados de la JEC. Todo el mundo sabe el significado de la paloma de Picasso. No hace falta que luzca ningún lema. Los trazos del genio tienen la fuerza de la humanidad entera manifestándose contra la guerra. ¿Qué han de hacer los guardias, si en un colegio, colgando de una pared, cercano a una urna, hay un cuadro con el ave picassiana? ¿Se lo han de llevar secuestrado hasta las nueve de la noche? Lo mejor que podrían hacer las palomas el domingo es abstenerse de volar. Es inevitable que se las asocie al No a la guerra.