Las libertades están muy bien, pero que se las apropien quienes no las merecen, eso ya no. Porque a ver, una persona progresista de verdad y dueña de los avances sociales tiene todo el derecho de ir a todas las manifestaciones que quiera ya sea contra el cambio climático, contra el Ibex 35, contra los bancos, contra los hombres de negro, contra los curas, contra la reversión de Madrid Central, que hay multas muy bien puestas y muy libertarias, contra el español, contra el rey, contra la tumba de Franco o contra el premio eurovisivo a Massiel, si me apura. Del mismo modo tiene derecho a hacer befa y escarnio de todo lo que le pete, desde la Virgen María a la bandera, sin pasarse con el Islam, por si acaso. Que la libertad de expresión a veces es infinita y a veces tiene sus límites, discreto amigo.

Pero le diré mi verdad. Lo que no se puede aguantar es que los herederos de todas las fuerzas reaccionarias de la historia, desde los fascistas a los liberales, pasando por la derecha cobarde, los azules, los naranjas, los del opus, los partidarios de una España unida, y, en resumen, todos los que no forman parte del colectivo bien pensante de la izquierda más fetén, cuando llega la hora de apoyar, defender o disfrutar una fiesta de libertad y amor, que se queden en su casa, viendo la trece, escuchando la COPE o visionando en Movistar Sonrisas y lágrimas, que es lo más apropiado a su ideología meapilas, anticuada y reaccionaria.

Hay unas líneas rojas y no es no. Y eso de que Ciudadanos se presente con toda su cara en la manifestación del Orgullo, eso sí que no. Cuánta razón tenía nuestro ministro, porque, por supuesto, ese ministro es nuestro, solo nuestro, de la izquierda más fetén y molona, no ministro del Interior de todos los españoles, solo faltaría, de avisarles de las consecuencias. A ver si se van a creer estos que la calle es suya. No, no. La calle es solo nuestra. De la izquierda fetén y molona. Nosotros escracheamos cuando queremos, porque tenemos la razón. Y no sé quién dijo aquello de por la razón o la fuerza, pero ¿a que mola?