Pensaba que iba a escribir esta {wv05]columna inmediatamente después de ver la película. Pero solo cuatro días después me siento con la suficiente tranquilidad de ánimo para poder hacerlo.

Empezaré diciendo que sé por amarga experiencia lo que es vivir un país, nominalmente democrático, dominado por la Iglesia católica. En aquella Irlanda, hoy muy cambiada, mandaban y cortaban los obispos, había censura de libros, obras de teatro y películas, un clérigo era casi Dios... y -hoy lo sabemos de sobra- la jerarquía encubría religiosamente muchos atropellos contra los derechos humanos cometidos impunemente por los suyos.

Vinieron, por fin, con los nuevos tiempos -y el nuevo periodismo- las escandalosas revelaciones de altos dignatarios eclesiásticos con amantes y hasta familias, clérigos sádicos, crueldades monjiles y demás miserias. Y el resultado fue que uno de los países más católicos del mundo empezó a no serlo, o a serlo de manera mucho más crítica.

TODO ELLO lo he recordado viendo Líbranos del mal (2006), el estremecedor documental de Amy Berg sobre el caso de Oliver O´Grady , el cura irlandés pederasta y violador trasplantado a EEUU. Caso atroz, que cuenta casi complacido, sus viles procederes. Pero mucho más, si cabe, por la negativa de sus superiores, al tanto de lo que ocurría, a tomar las medidas necesarias para apartarle de todo contacto con los niños.

Para su documental, Amy Berg decidió localizar a O´Grady, tras su excarcelación y deportación, y tratar de conseguir su participación en el mismo. Lo logró, y con la plena colaboración del interesado empezó a investigar la corruptela, el cinismo y el ocultamiento que habían hecho posible, a lo largo de 20 años, su persistencia en el crimen. ¡Si le enviaban de parroquia en parroquia sin avisar a los fieles de la extremada peligrosidad de quien llegaba a su nuevo destino!

Entre los participantes en el documental aparecen víctimas de O´Grady y padres de víctimas. Hay momentos desgarradores, hay lágrimas, rabia, desesperación e incluso imprecaciones contra un Dios capaz de permitir que sus siervos mientan y tergiversen para proteger a un manifiesto criminal. En el caso de Oliver O´Grady, a un criminal capaz hasta de violar a un bebé de 9 meses.

De los malos de la pieza, quien llama especialmente la atención, después de su protagonista, es el arzobispo de Los Angeles, Roger Mahony , que en el momento del juicio de O´Grady se encontraba a la espera de que Juan Pablo II le nombrara cardenal (algo que hizo poco después). Lo que menos necesita un candidato a la púrpura es un escándalo pederasta, y los fragmentos de la deposición de Mahony ante la justicia -documentado por Berg gracias a un metraje nunca visto antes- le muestran como un ser desdeñoso y cauteloso, solo igualado en maquiavelismo por su antiguo colaborador, el monseñor Cain. Mahony negó haber estado al tanto de lo que hacía O´Grady, alegando, además, una memoria deficiente. Pero el peso de la documentación es contundente.

Para que no desesperemos del todo, ahí está otro cura católico, experto en derecho canónico, Tom Doyle , igualmente de procedencia irlandesa, que ha dedicado muchas horas de su vida a luchar contra el silencio culpable de la Iglesia. Me será muy difícil olvidar el momento patético cuando, acompañado de algunos de los damnificados, Doyle se presenta en Roma con una carta de protesta para el Papa y es rechazado por los guardias en las mismas puertas del Vaticano. Al fondo, se yergue la inmensidad granítica de San Pedro, ajeno al dolor y al sufrimiento.

EL DOCUMENTAL surtió efecto. Me entero de que hace un año, en julio del 2007, el cardenal Mahony y la Iglesia católica de Los Angeles, después de llegar a un acuerdo por el valor de 666 millones de dólares con las 508 víctimas de abusos cometidos por sacerdotes en la diócesis a partir de la década de los años 40, ofrecieron sus disculpas a los afectados.

Ello me conduce a una reflexión final. Freud ha demostrado que, tarde o temprano, la líbido reprimida vuelve por sus fueros, queramos o no y pese a cualquier obstáculo. La Iglesia, al imponer el celibato sin justificación evangélica alguna, hizo inevitable que algunos de sus ministros cometiesen abusos sexuales. Hoy debería ser la primera interesada en impedir que lo puedan seguir haciendo. No ha puesto particular celo en el empeño. Se precisan más católicos valientes como Tom Doyle, dispuestos a hacer frente a los curas que traicionan al Cristo en que dicen creer. Al Cristo que recomendó: "Dejad que los niños vengan a mí y no los estorbéis, porque de los tales es el reino de Dios".

*Historiador y escritor[,03]

En España se han quemado en lo que va de año (hasta el pasado 3 de agosto) menos de la mitad de hectáreas que en el mismo periodo del año 2007, una noticia que sin duda debe alegrarnos. Hasta esa fecha, la masa forestal calcinada sumaba 26.365 hectáreas, frente a las 58.088 registradas un año antes. La cifra es espectacular si la comparamos con la media de ese periodo en los últimos 10 años (67.912) y, desde luego, con la superficie quemada en los negros ejercicios del 2004 y el 2005, que se llevaron por delante más de 100.000 hectáreas.

El avance se ha producido pese a que este invierno ha habido más pequeños incendios que de costumbre. Ello ha influido en que el número de siniestros superase los 8.000 frente a los 5.200 del 2007. Pero con una virulencia menor.

Según Miguel Angel Soto, de Greenpeace, lo decisivo son los dos grandes incendios que ha habido frente a los ocho que hubo el año pasado. "Se llega antes y se quema menos porque tenemos más medios", explica antes de advertir con cautela de que "cuando la primavera es lluviosa, el pico de incendios se desplaza a septiembre".

Parece que en Extremadura el fuego también está dando una tregua. En el caso de Cáceres, solo ayer en la ciudad se registró un conato de incendio en el entorno de las minas de Valdeflores. Tampoco, hasta el momento se han producido incendios en el entorno del Cerro de los Pinos. Las labores de prevención parece que están dando sus frutos y que agosto nos vuelve a dar un respiro frente al fuego.