"A veces olvidamos que el periodismo pertenece a la familia del arte literario", dice Ignacio Ramonet en su último libro La explosión del periodismo , un texto muy razonable de lo que le sucede a la segunda profesión más vieja del mundo. Entre otras muchas cosas, lo que les pasa a los diarios es que ya no tienen ni papel, ni tiempo, ni dinero para el gran reportaje y la crónica para leer en la butaca. De tal manera que cuando un periodista quiere trabajar estos géneros de la excelencia periodística tiene que escribir un libro.

Arturo San Agustín es de esta escuela del viejo testamento a quien no asustan 200 páginas en blanco por delante, siempre que haya un buen tema por contar. El pasado verano se colgó una mochila a la espalda, se coló entre el millón de jóvenes que participó en la Jornada Mundial de la Juventud y luego escribió Un perro verde entre los jóvenes del Papa . Se trata de una crónica muy subjetiva de lo que vio en aquellos días. Y a fe de Dios que San Agustín cumple con el mandamiento de la subjetividad.

No es libro ni para comecuras ni para meapilas. Es un relato de peregrino observador, estupendamente escrito, sin prejuicios, que solo se deja impresionar por las risas y las sonrisas de los jóvenes de Benedicto XVI . El cronista descubre el buen rollo reinante entre aquellos chicos y chicas de fe que protagonizaron una concentración multitudinaria que muchos miraron con distancia y reserva. No así San Agustín, quien en estos sus días católicos releyó el Evangelio de San Mateo y profundizó en sus amistades con la jerarquía eclesiástica.