TNto nos engañemos, se lee poco. A pesar de las campañas, de las actividades, ferias y días dedicados al libro, se lee poco. Algunos dicen que la culpa es de la televisión, otros hablan de la velocidad de los tiempos que corren (y mucho) y existe una teoría sobre la cultura cibernética que augura una transformación del lector de tinta en lector de luz. No creo que las pantallas de los ordenadores estén sirviendo precisamente para que la gente lea, al contrario, muchas de ellas están sirviendo para que se escriban en ellas verdaderas barbaridades (chat y tal) y se está creando un nuevo sistema de comunicación escrita con el que dudo mucho que se pueda escribir un poema algún día (lo digo como reto).

Siempre recordaré aquella frase escrita en el muro de una librería atacada por los ultras allá por los setenta: "El fascismo se cura con la lectura". Tampoco me olvido de la estrecha relación entre el libro y la libertad, porque cuando falta la libertad, el libro sirve para encender hogueras (y ayudar a quemar en ellas a quienes los han escrito) y en libertad el libro sirve para apagarlas.

Esta España que despierta con agilidad y de cara a los españoles, lo hace citando a Cervantes, lo que es una forma de despertar inusitada. Zapatero ha elegido a don Miguel desde el lado más inquietante, en el que define a nuestro pueblo con exactitud. Trillo eligió al Cervantes de la batalla de Lepanto, y así nos fue. Para quienes hemos leído El Quijote sabemos el enorme reto que supone cabalgar entre molinos que son y serán siempre gigantes. Esperemos que el próximo gesto sea el de establecer una ley urgente que proclame al libro como un bien necesario y no un lujo.

*Dramaturgo