Liderazgos vergonzantes

Son dos datos demoledores, que deberían enervar a la sociedad extremeña y avergonzar a nuestros gobernantes. Y, sin embargo, han pasado casi inadvertidos para el conjunto de la ciudadanía. Se han publicado, y se ha discutido sobre ellos en algún foro. Pero poco más. Porque no han provocado ni tan siquiera la reprobación de ningún responsable político (y de dimisiones, ya, ni hablamos).

Y es que, aquí, nadie asume nunca la culpa del desastre que reflejan las estadísticas. Apenas nadie levanta la voz para exigir que se haga algo. Casi nadie pide que se corrija el rumbo, que se imprima un giro copernicano al modo en que se han estado haciendo las cosas. Y, mientras tanto, la región se desangra, los jóvenes emigran y la desigualdad se acrecienta. Porque también somos líderes en paro juvenil y desempleo femenino. Pero no pasa nada. Nunca pasa nada. Todo sigue igual. Curso tras curso. Año tras año. Aplicando unos métodos idénticos, y obteniendo una resultados similares.

Pero, que nadie se equivoque, nuestros maestros son tan buenos como los de cualquier otra región. Nuestros niños son tan inteligentes y trabajadores como los del resto de comunidades autónomas. Y la gente tiene tantas ganas de conquistar nuevas metas como en el resto de España. Que por qué seguimos, entonces, a la cola de la fila en resultados académicos, y a la cabeza del pelotón en pobreza. Pues, sencilla y llanamente, porque tenemos una clase dirigente conformista, apática, embelesada y bastante poco creativa y ambiciosa, que cree que con comprar ordenadores por palés, presumir de centros bilingües, e impulsar precarios planes de empleo, se solucionarán todos los problemas que tenemos.

Ellos son el lastre del que Extremadura no acaba de librarse. Y, mientras sigan tirando de nosotros para atrás, seguiremos luciendo insignias como las que nos han brindado esta semana.