Doctor en Historia

Las últimas semanas están siendo muy interesantes, especialmente para los analistas políticos, pues raro es el día que no nos sorprendamos con el advenimiento de una nueva lista de candidatos de unas u otras formaciones políticas. Es algo de agradecer. Es la regla más sana y elemental de nuestro sistema democrático.

Es por tanto el momento del comentario de las interioridades de las diferentes composiciones. Unos priman lo técnico, otros lo político; unos prometen arreglarnos el futuro, otros predican la continuidad del trabajo bien hecho. En fin, propaganda.

Desde el punto de vista de la izquierda siempre se hacen llamadas de atención al fuerte componente crítico que nos caracteriza, principalmente en medio de procesos que han desencadenado una baja participación ciudadana en la política. Por el contrario, se observa cómo la sociedad civil opta por introducirse en otro tipo de grupos y asociaciones, quizá menos burocratizados, quizá donde se perciban en menor medida los intereses personales.

Llega la hora de los líderes. Aquéllos que son capaces de concentrar en torno a su persona, ilusiones, proyectos y disparidad de colectivos. Son los que al expresar su opinión permiten captar la voluntad de los que les rodean. Son, en definitiva, personajes que ilustran una manera de ser y una manera de gobernar. También es la oportunidad de los mediocres. Aquéllos que parapetándose en una presunta posición de fuerza tratan de traspasar limitaciones de convicción en decisiones, cuanto menos, no compartidas. Son los que no permiten rodearse de iguales por temor a no destacar. Son los que no conocen de lo que les rodea nada más que lo que les interesa.

Son los poco habituados a compartir. Son los menos.