El triunfo de España en el Mundial, anhelado por los españoles que lo son y quieren serlo y aborrecido por los que no quieren y sin embargo lo son, deja jugosas lecciones sobre la naturaleza humana más que rectificadas conclusiones económicas -ahora parece que era mentira el incremento del PIB vencedor--, o curiosos juicios políticos: para la disparatada señora De la Vega el PP rabió cuando la Selección ganó. No hablo de posturas que acreditan la eterna mezquindad del hombre en sus diversos grados: el cicatero pero comprensible enojo de algunos escocidos periodistas extranjeros disfrazando la frustración por el gozo de la Roja de preocupación por su incapacidad goleadora, el turbio pero práctico espíritu aprovechado de Tele Cinco sacando tajada del más hermoso beso del año, o el sadismo de algunos autodenominados monitores prohibiendo a los chavales en campamentos ¡deportivos! ver la victoria final en espectáculo de refinada crueldad como aquellos pretéritos pedagogos cuya sagrada misión era transmitir el glorioso espíritu nacional. (Siempre es manipulando las mentes jóvenes como se hace patria).

Me refiero sobre todo al nuevo concepto que la figura de Del Bosque , el hombre tranquilo y bueno, ha supuesto para la capacidad de liderazgo. Este jefe discreto ha puesto de moda el líder de perfil bajo que es lo que priva ahora, incluso entre los ejecutivos. Trabajador en la sombra, no insulta ni critica. No es faltón tipo Aragonés ni payaso tipo Maradona sino cariñoso y asertivo. Solo las empresas en dificultades apuestan por el hombre agresivo y carismático, como Mourinho . En el plano político me pregunto qué líderes tendrán más futuro: el optimista, como ZP, la intergaláctica como Leire , el faltón como Blanco , la provocadora como Aguirre o el pasivo como Rajoy . Mola cuando política y deporte se mezclan. Es el caso de Laporta , simpático, aprovechado y ególatra, que deja en bragas las finanzas de su club y emprende su aventura hacia la independencia aupado en los éxitos de Guardiola . Un caso para el análisis.