Resulta lamentable, y puede que irreversible, que a raíz de inundaciones como la de Venecia salgan a la luz pública escándalos por corrupción como el de la financiación del megaproyecto de ingeniería destinado a proteger a la ciudad de las mareas, y que la icónica villa milenaria agonice lentamente, hundiéndose irremisiblemente al pairo de un descenso de tierra, del cambio climático, de la subida del nivel del mar, la intrusión de cruceros y de desaprensivos sin escrúpulos que desprecian un valioso y sin igual patrimonio de la humanidad. Ello nos sume, a quienes gozamos recientemente de su visita, en profunda tristeza e indignación compartidas con los venecianos, con los que nos solidarizamos. Recuerdo que la guía turística que nos iluminó con su sabiduría y maestría durante el recorrido por la esplendorosa y descomunal belleza de la Basílica de San Marcos ya aludía, con resquemor y amargura, a las inercias de la Administración y dejaba entrever la corrupción con los sobrecostes y la parálisis del proyecto de las esclusas.