Hay gente que defiende a los de su cuerda ideológica y, al mismo tiempo, censura a los que se pronuncian en contra de sus postulados. Se disfrazan de adalides de la libertad, pero tienen alma de inquisidores.

Ofrecen manga ancha para sus mellizos ideológicos, aunque sus expresiones estén tipificadas penalmente. Y, paralelamente, piden que sea silenciado cualquier discurso que contradiga lo dispuesto en su vademécum sectario. Adolecen de una incoherencia que resta credibilidad a su supuesta defensa de la libre expresión. Y, aunque se arrogan el papel de guardianes de las libertades, no son dignos de tal título, pues solo defienden a los que piensan y se expresan como ellos. De ahí que, a menudo, obvien que, en las sociedades democráticas, los límites que se dibujan en torno a la libertad de expresión están inscritos en las leyes. Sobre la extensión o el perímetro de la superficie que circunda el límite de lo legalmente admisible puede discutirse. Faltaría más. Pero, mientras las líneas estén trazadas en el ordenamiento jurídico, han de ser respetadas por todos. Si un colectivo ciudadano quiere ensanchar ese espacio o acotar alguna de sus áreas, existen cauces para que pueda defender su postura, y vías para lograr reformas legales. Lo que, en democracia, no puede admitirse es la transgresión del marco jurídico que, entre todos, nos hemos dado. Tampoco deberían permitirse artimañas inaceptables como la del indulto, que la sección podemita del gobierno solicita para ese mastuerzo llamado Pablo Hasel. Pero la izquierda radical trata de convertir al tal Hasel en un mártir. Y lo cierto es que, hasta en eso, se percibe la decadencia de ciertos movimientos y partidos. Porque ese rapero moralmente zarrapastroso, que canta mal y rima peor, no tiene entidad ni hechuras para ser una referencia en nada. Hasel no solo ha sido condenado por un delito continuado de enaltecimiento del terrorismo, por otro de amenazas a un testigo judicial, o por el de injurias a la Corona, sino que, además, está imputado por haber agredido a un periodista. Vamos, que el tipo es una joya. Unidas Podemos lo atesora ahora como la más preciosa de las alhajas, porque les está ayudando a calentar el ambiente en la calle. Piensan que el fuego prendido por los vándalos les dará el calor necesario para subir en las encuestas. Pero cada vez son menos los que están dispuestos a pagar la fiesta de esos falsos antisistema que aplauden a los chicos de la gasolina mientras degustan el caviar del poder en sus chalés de lujo. Porque son ya la costra de la casta. Y eso es mucho decir.

*Diplomado en Magisterio