Dramaturgo

Algunos escritores escriben entre líneas y hay que saber leerlos para descifrarlos. Otros, entre los que me encuentro, no poseemos ese don y escribimos de "primera lectura" y lo que queremos decir es lo que hemos dicho o parece que decimos. Pero hay lectores que son especialistas en leer entre líneas y lo consiguen hasta con escritos sin intención. Alguno de ellos me comenta que aquel Furgón de cola donde hice tal comentario, tenía muy mala uva. Como ando cada vez peor de memoria, miro en mis archivos y leo el artículo de marras y por más que le doy vueltas, no encuentro intención oculta, a no ser que mi referencia a Maruja, mi carnicera, esconda algo sanguinario, que al hablar de jaulas de los canarios puestos al sol de un Badajoz primaveral se refieran al encarcelamiento de un cantante, que los olores a comida casera que describo se atribuyan a algún político garbancero o que mis chistes, malos como los de Torrebruno, estén en la Propiedad Intelectual a nombre de un autor que no estrena y que me odia.

Sé que mi forma de escribir es, cuando menos, sinuosa, pero es que yo mismo soy sinuoso y miope como un alicante y que para escribir con primeras, segundas, terceras y cuartas lecturas, no hay nadie que iguale al maestro Mediero. Ya me gustaría poseer un lenguaje bíblico equiparable a la lectura bíblica que hacen algunos de mis críticos. Por este motivo, cuando me dan una palmadita en la espalda y me dicen: "¡Jo, qué cabrito eres!", tengo dudas sobre si soy en realidad un cabrito o el cabrito es el que me da la palmadita y todo lo que lee lo hace en clave de cabrito.

De algo estoy seguro, cuando alabo lo hago de corazón y cuando censuro, tampoco.