La diversidad de medidas adoptadas por los países europeos para combatir la pandemia ha llevado a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a hacer un llamamiento a una mayor unidad en las estrategias sanitarias de los Veintisiete al abrir el debate del estado de la Unión Europea. Sin tal unidad se antoja improbable que mejore la eficacia de lo hecho hasta ahora, se seguirá cuarteando la libertad de movimientos que consagra el Tratado de Schengen y no mejorarán las condiciones para la recuperación económica. En última instancia, la gestión de la enfermedad no puede ser un arma más de la confrontación política, sino un mecanismo de cohesión. La misma unidad de criterio invocada por la presidenta es necesaria para afrontar la emergencia climática y dar impulso a la agenda verde. El objetivo de reducir el 55% las emisiones de CO2 de aquí al 2030 es tan ambicioso como necesario y fija una pauta general para que las ayudas y préstamos del programa de reconstrucción se atengan a él. La meta enunciada obliga a introducir un cambio sustantivo en el modelo económico y apostar sin reservas por la transición energética.