Como pocos lo esperaban, las cifras sobre la recuperación de la economía europea durante el verano pasado suponen un agradable balón de oxígeno para el cierre del ejercicio económico del 2003. Alemania y Francia encabezan el grupo de países de la eurozona que vuelven a tener saldos positivos --aunque pequeñísimos-- en el crecimiento de su PIB. Italia y Holanda también reaccionan bien. Los informes de Eurostat, que además del crecimiento económico miden las expectativas, así como los del Banco Central Europeo, dan motivos para pensar que la recuperación global europea es inminente. Los datos de España son contradictorios. La inflación puntual ha remitido hasta el 2,6% (aunque en algunas comunidades sea mayor), y crecemos al 2,3%, mucho más que la media de Europa. Pero debemos tener en cuenta que la tasa de inflación real sigue estando, pese a la mejora, muy por encima de la media de la Unión Europea, y que nuestro crecimiento no es sano, ya que continúa basándose en el consumo privado y la construcción. La diferencia está en que Francia y Alemania ya exportan más, pese a la revalorización del euro, mientras España no mejora su balanza comercial. Ellos ganan en productividad, nosotros no.