TEtlla no apareció en las fotografías de apoyo a Erdogan . No fue a las primeras manifestaciones que llenaron las calles. Allí solo había hombres con bigote y algunas, muy pocas, mujeres veladas. No estaba a favor del golpe militar, pero sintió que aquel no era su lugar. Y en su vientre va creciendo una mezcla de angustia y rabia, una sombra que quiere apoderarse de ella, haciéndola cada vez más pequeña, más insignificante. La sombra del poder de los hombres, de la sumisión de las mujeres, del yugo en nombre de Alá.

Es joven. La lista de todo lo que quiere ser es interminable, pero un futuro cargado de pasado amenaza con convertirla en el inventario de los sueños perdidos. Camina por las calles de Estambul y teme que entre el asfalto se cuele la misma oscuridad que brota en Egipto, donde la violación ha adquirido categoría de epidemia. Tiene miedo de todo lo que está por venir. De ser borrada de su futuro. Del mundo. Y, sobre todo, teme a esa sombra cada vez más grande y con más hambre de cuerpo. Pañuelos que se convierten en mantos, hasta transformarse en mortajas en vida.

Ella no apareció en las fotografías y se pregunta si en Europa alguien la echó en falta. Si aquí alguien piensa en los millones de mujeres de Turquía que cada día pierden una conquista conseguida. Y recuerda a la artista y periodista Zehra Dogan , editora de la agencia feminista Jin Haber Ajansi, encarcelada por Erdogan y que escribió desde la cárcel: "Siempre he tratado de existir a través de mis pinturas, mis noticias, y mi lucha como mujer. Ahora, a pesar de que estoy atrapada entre cuatro paredes, sigo pensando que cumplí absolutamente con mi deber. En este país, oscuro como la noche, donde nuestros derechos han sido manchados de sangre roja, sabía que iba a ser encarcelada". Para ella, ya llegó la sombra negra.