Tenemos, o vamos a tener por fin unos días de lluvia, algo que mayormente vendrá muy bien salvo quizás para algunos cultivos, claro, pues es verdad que nunca llueve al gusto de todos. Pero aún siendo en general bueno que llueva, el caso es que la lluvia, o mejor dicho, los días de lluvia, suelen producir un poco de tristeza en los corazones melancólicos, y desde luego, esos días, limitan el ritmo de vida habitual, recortan la expansión de ciertas actividades, y son de lo más incómodo para las personas que trabajan en la calle, algo de lo que puedo dar fe, pues fui cartero hasta mi jubilación hace unos meses.

Si no lloviera, o lloviera muy poco, nos quejaríamos con razón, pues sin el agua que cae del cielo, malamente se podría vivir. Se tiene una idea algo edénica de la primavera, con flores, que las hay, con fuentes de los bosques, con gnomos, ninfas y hadas, con mariposas y días azules, y se habla del cambio climático de marras más de la cuenta.

A mí me parece que se platica a veces sin ton ni son, y que esta primavera es estupenda. Ya vendrán días hermosos para escribir poemas de amor, mirar a la luna soñadoramente, y arrancar los pétalos inocentes de las margaritas. Mientras tanto, cae la lluvia silenciosa y mansamente, como en una copla de Lorca, o un poema de Machado.