Maestro

Es la última vez que me asomo a éste mi rincón antes de ejercer la obligación democrática de votar el domingo 25. Quedan unos días de campaña, de acercamiento de los candidatos a los ciudadanos y de mítines de cierre. En nuestra plaza de toros, la noche del viernes, tres socialistas protagonizaron el acto central de campaña de Cáceres. Carmen Heras, Ibarra y Felipe González. De la noche me quedo, amén de la firmeza de las propuestas de nuestra candidata, del firme compromiso de nuestro presidente y la sabiduría política de quien fue presidente del gobierno, con la presencia de tres mujeres. Inició el acto Mariluz, una joven socialista de veintidós años, estudiante de Derecho en nuestra universidad y crítica con la actuación del gobierno popular, que hizo público su voto. Le podían tanto la emoción y la responsabilidad que llegó a decir: "Esto es muy grande para mí". Tras su intervención, otra mujer, candidata a la alcaldía de nuestra ciudad, habló de nuevos vientos para Cáceres y enfatizó en la necesidad de un cambio para que nuestra ciudad recupere pulso y tono vital. Una tercera mujer fue también protagonista. Menuda, con su pañuelo negro a la cabeza, su vestido y su mandil impecables, no había dudado en venir a Cáceres desde Nuñomoral para estar con los suyos. Todo normal si no tenemos en cuenta que esa mujer que ocupaba la localidad número 3 de la fila 10 del tendido 7 de sol tiene 85 años. Entre los veintidós años de Mariluz y los 85 de Manuela, hay muchas diferencias y se aprecia cómo han cambiado las cosas en nuestra tierra. Manuela tuvo que esperar muchos años, por ser mujer, para poder votar; no tuvo la oportunidad de estudiar, por ser mujer, por nacer donde nació y porque no había institutos en su comarca ni universidad en Extremadura. Manuela nunca pudo pensar que una mujer pudiera llegar a ser alcaldesa de Cáceres. En su tiempo había caciques. El cambio ha sido profundo e importante y es gratificante que personas como Manuela sean protagonistas y testigos del mismo, a la par que referencia de lo que fuimos. Por eso es normal que Ibarra hable de la complicidad que percibe en la mirada de los extremeños. El es culpable del cambio más importante que se ha producido en nuestra tierra: el sentirnos orgullosos de ser extremeños. Por eso vamos con la cabeza levantada y ya no la bajamos ante nadie. Por eso miramos a la cara y a los ojos de quienes nos hablan. Quienes no nos aguantan la mirada difícilmente perciban la complicidad. Por eso necesitan pedir confianza. En tiempos de campañas electorales suelo escuchar una canción de Serrat que me ayuda mucho a decidir. Como él soy partidario de las voces de la calle, me privan más los artesanos que la factoría, la razón que la fuerza y un siux más que el Séptimo de Caballería. También prefiero los caminos a las fronteras, palpar a pisar, ganar a perder, besar a reñir, bailar a desfilar. Indudablemente prefiero un buen polvo a un rapapolvo, un bombero a un bombardero, la revolución a las pesadillas, el tiempo al oro, el perro al collar, las nueces al ruido, hacer a pensar, amar a querer, tomar a pedir. Y como él, antes que nada soy partidario de vivir. Que ustedes voten bien.