Candidata del PSOE a la Alcaldía de Cáceres

Cuando se conocen las transformaciones que la presión humana ha ejercido sobre el entorno en los últimos cincuenta años, se comprende lo necesario de reconducir el desarrollo social hacia modelos más sostenibles. La duplicación de la población mundial, el aumento de veinte años en la esperanza de vida, la multiplicación por doce del producto interior bruto, la cuadruplicación de las emisiones de CO2... inducen alteraciones en los ciclos biogeoquímicos cuyas consecuencias son los desajustes medioambientales.

En este panorama el sistema de ciudades tiene un papel destacado. En ellas se concentra el 70% de la población mundial, constituyen los principales centros de información, decisión, residencia y consumo y conforman los centros de relaciones e identidades sociales básicas en la configuración de ideas, valores y culturas dominantes dentro del complejo sistema humano general. De cómo se conforme la red urbana, se interrelacionen las estrategias globales y locales y se configuren valores y comportamientos de sus poblaciones dependerá, en gran medida, las condiciones vitales de los seres vivos en el futuro próximo. De ahí que las políticas cercanas han de tener un alto grado de compromiso con la reconversión de la sociedad actual hacia bases más sostenibles, porque las ciudades son centros neurálgicos de un sistema humano que se expande en base a unas elevadas tasas de consumo de recursos, de generación de residuos y de alteración de ecosistemas con una lógica clara de explotación sobre sistemas más débiles, lo cual favorece el empobrecimiento del entorno. Baste con recordar que la construcción de edificios consume el 40% de los materiales utilizados, el 33% de la energía consumida, el 50% de las emisiones y desechos producidos; que la movilidad urbana es responsable del 50% del consumo energético y que el consumo de los hogares demanda cantidades importantes de agua y genera porcentajes importantes de gases responsables de efectos secundarios.

Las transformaciones positivas para minimizar estos impactos ambientales urbanos son factibles si existe voluntad política y acuerdo social. No olvidemos que las ciudades cuentan con sistemas propios de gobierno y pueden ampliar los campos de participación incorporando a sus principales agentes en la realización de proyectos viables y atractivos. Una ciudad como Cáceres debiera recorrer ese camino dado que su situación actual, en lo que se refiere al tráfico, ruidos y residuos comienza a demandar nuevas propuestas y soluciones.

Para reformular el modelo urbano se necesitan lógicas económicas, sociales y ambientales que recuperen una visión política y cultural de la ciudad mucho más equilibrada, amplia y rica, superadora de la idea de que el mero crecimiento ilimitado es motor de desarrollo. La economía insertada en relación con la cobertura de las necesidades sociales y la sensibilización de todos hacia comportamientos más corresponsables porque el derecho a la ciudad debe cubrir las necesidades de vivienda, etcétera, pero garantizar un marco de bienestar saludable y oportunidades de formación, ocio y cultura.