Para que la lógica de Ibarretxe se manifieste inapelable solo falta conocer los detalles de lo que reclama. El lendakari hace un razonamiento difícilmente rebatible: ¿Por qué se niega el Gobierno a dialogar y negociar con él, representante elegido por los vascos, las mismas materias que ha estado negociando con ETA durante el llamado proceso de paz? El presidente del Gobierno vasco emplea una imagen literaria profundamente demoledora: no podemos permitir que ETA tenga el interruptor para decidir cuándo acaba la esperanza y las negociaciones sobre el futuro de la sociedad vasca. Como presiento que me estoy introduciendo en aguas cenagosas, me gustaría hacer una precisión previa, a modo de salvavidas, en este maremoto en el que se está constituyendo la opinión pública y la política en España. Un análisis efectuado desde la más elemental honestidad intelectual extrae conclusiones independientemente de quien salga beneficiado de ellas, porque lo que debe estar en juego es la coherencia y no la conveniencia. Entonces, la pregunta obligada es si el Gobierno estuvo dispuesto a una negociación de contenidos políticos directa o indirectamente con ETA para alcanzar la paz. Sobre el diálogo con ETA existen informes contradictorios. Algunos indicarían que se ofreció la posibilidad de negociar algunos aspectos del futuro político de Euskadi que coincidirían con algunas de las reclamaciones del lendakari. El presidente del Gobierno le ha dicho un no claro y rotundo al planteamiento, un tanto difuso y confuso, de Ibarretxe y ahora este reclama el mismo trato, por lo menos, que el que recibió ETA en su interlocución con el Gobierno. La cuestión de fondo que se soslaya es si está universalmente admitida la existencia de un conflicto vasco latente, de naturaleza política, que no se ha resuelto mediante el desarrollo de la Constitución y el Estatuto. Esa es una tesis compartida por ETA y por los partidos nacionalistas democráticos y el nudo gordiano que determina que cuando se ofrece lo que no se pueda dar, siempre hay alguien que vuelve a pretenderlo, aunque resulte, de puro incomodo, imposible.