Esta tarde tendrá lugar en Benquerencia una «jornada literaria» sobre Federico García Lorca. Se abrirá con la representación, a partir de las 18 h., de La casa de Bernarda Alba, a cargo de la Asociación Juvenil y Cultural «Víctor» de Valdefuentes, seguida a partir de las 19.30 h de una charla-coloquio sobre la obra del poeta y dramaturgo granadino, en la que intervendrán los poetas Eduardo Moga y Javier Pérez Walias, moderados por el profesor Joseba Buj.

La Diputación de Cáceres y la Asociación por el Desarrollo Integral Sierra de Montánchez y Tamuja (Adismonta) están haciendo esfuerzos por revitalizar, sobre todo en lo económico, pero también en lo cultural, estos pueblos, de los más castigados por la emigración. En los años cincuenta, Benquerencia tenía siete veces más población que ahora, y Valdefuentes, tres veces más. Cada vez estoy más convencido de que el futuro de nuestra provincia se juega en comarcas como ésta, más que en la capital, a la que no podrá ir bien si está rodeada de un desierto demográfico.

Pocos poetas tan apropiados para traer aquí como Lorca, que con su compañía de teatro ambulante «La Barraca», recorría durante la República los pueblos más aislados de España. Lorca es el poeta español por excelencia, el más conocido en todo el mundo y, como todo clásico universal, hay un Lorca para todos los públicos. Nunca estuvo tan desafortunado Luis Cernuda como cuando, en 1938, se quejaba de que «nadie que conociera a Federico García Lorca, o que conozca bien su obra, le hallará el menor parecido con ese bardo mesiánico que ahora nos muestran y al que le quieren reclutar un público por los campos y talleres». Hay un Lorca para literatos, que es el que llevó al límite la literatura de su época, tanto en poesía con Poeta en Nueva York (hay que leer el libro Lorca en Nueva York. Una poética del grito, del extremeño José Antonio Llera, para entender hasta qué punto son complejos y rompedores esos poemas) como en teatro, con su trilogía del «teatro imposible» que culmina en la Comedia sin título (recientemente editada por el profesor Emilio Peral, madrileño de orígenes extremeños, de Logrosán). Pero también hay un Lorca asumido por lectores de todas clases sin que haya necesidad de reclutarlos. Al Romancero gitano le han puesto música desde Camarón de la Isla a los rockeros de Marea, y muchos versos suyos («verde que te quiero verde») son conocidos por cualquiera.

Lorca, que nunca estuvo afiliado a ningún partido, siempre se identificó con los humildes. Cuando estuvo en Nueva York, lo que le impresionó no fue el lujo deslumbrante de la Quinta Avenida, sino la vida de los negros de Harlem, o la muerte de miles de animales en los inmensos mataderos industriales. En su trilogía rural trágica formada por Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba, Lorca se ocupa de la situación de las mujeres ahogadas por los prejuicios propios y ajenos en los pueblos de aquella época. En toda su obra resalta esa identificación con los que sufren y un contagioso deseo de libertad. Por eso, aunque pareciera inofensivo, era subversivo para quienes querían dejar todo atado y bien atado, y que nadie se moviera en medio siglo. La casa de Bernarda Alba, terminada en 1936, se estrenó mucho antes en el exilio, primero en Buenos Aires, y luego en París, que en los escenarios españoles.