Me acerco a mi agencia de viajes para preparar un desplazamiento profesional a Madrid y me dicen que no hay hotel disponible en la capital: --"es Fitur, la feria de turismo y van todos, hasta el último concejal del último pueblo".

Para calmar mi desolación la empleada de la agencia rastrea en internet los precios de los hoteles, y me confirma que han triplicado sus costos y que todos están ocupados: --"los hoteles hacen el agosto en enero, --me comenta--, ya sabes, pagan los ayuntamientos y disparan los precios al escalón más alto permitido".

Mi escuálida dieta asignada al grupo de funcionario al que pertenezco no da para pernoctar en un hotel de precio sobreañadido, así que la experimentada empleada de mi agencia de viajes es resolutiva y práctica: --"búscate un hostal que es lo único que puedes encontrar en estos días adaptado a una dieta como la que te corresponde, ya que tú no puedes disparar con pólvora del rey".

Ese mismo día leo en el periódico que al alcalde de un pueblo malagueño, detenido por presuntas corruptelas municipales le han encontrado en su casa 60.000 euros y en su despacho de la alcaldía 7.000 euros y que estos últimos los ha justificado: --"me los ha dado la concejala de hacienda para la Fitur". ¡Siete mil euros para tres días en Madrid! Eso es ir con rumbo a la feria.

La corrupción municipal ha llegado a un estado de auténtica vergüenza. Cuando uno refiere estas cosas, quienes están en el secreto de los entresijos de los dineros municipales te miran con misericordia y te hunden aún más en la miseria: eso es el chocolate del loro, y de ese cohocolate hay muchas tazas: --"¿Tú no sabes que el alcalde tiene la pía costumbre de invitar en navidades a los concejales y a sus parejas a cenar y aprovecha para dar los reyes a unos y a otros, un reloj (o similar) a los hombres y a las damas alguna alhajita? --Pero eso también es el chocolate del loro.

El límite, dice mi interlocutor, está en el patrimonio acumulado durante la estancia en el ayuntamiento: mira y cuenta; si ese patrimonio no tiene una justificación visible es porque el loro ha evolucionado a águila de rapiña y pone, descaradamente, los huevos donde le da la gana: en el corral de su casa o en la feria de turismo madrileña.

*Licenciado en Filología