Ha mostrado Abascal en su twitter cuatro loros idénticos para representar a los protagonistas del debate del lunes, en un rapto de despecho por su exclusión. Tiene una forma grosera este señor de aludir a sus contrincantes, como genuino representante del populismo que es. Por eso Sánchez luchó hasta que se estrelló, por una sola discusión a cinco y no dos a cuatro. Porque Abascal le permitía la hipérbole constante y falsa de esa derecha en bloque, caricaturizada y nazificada a la que, para su desgracia, no pertenecen Casado ni Rivera. Está claro, sin embargo, que esa estrategia cojea cuando se refiere al doble debate como una anomalía democrática, porque todos en España saben, PSOE incluido, que lo anómalo hubiera sido no debatir.

El día después todo son cábalas sobre quién ganó, quién perdió, quién quiso moderar su perfil hiperbólico o quién, habiéndose defecado a menudo en la Constitución, la utiliza ahora de modo cansino y provocador de vergüenza ajena. Una, sin embargo, prefiere referirse al día antes, porque le parece mucho más clarificador que esa sucesión de monólogos que en pocos momentos se pareció a un auténtico debate y prueba de ello es que hasta el moderador les pedía que se faltaran al respeto, por favor.

Una recuerda cuando el debate era entre dos señores barbudos, añosos y decididamente feos, que, sin embargo, no hubieran tenido ningún problema en tomarse un café juntos. Ahora, ese plató redondo, donde las señoras de la limpieza se esforzaban en sacar brillo al suelo en uno de los planos más desastrosos que puedo recordar de la historia de RTVE, albergaba cuatro políticos jóvenes apuestos, de tres de los cuales el cuarto decía que son guapos y malos. Iglesias, populista como Abascal, en vez de unificar a sus rivales en una cuádruple hilera de loros, identificó días antes a Sánchez con un dogo, a Casado con un fox terrier, a Rivera con una gallina y a Abascal con un hermoso jabalí. Abascal había dicho que nunca se tomaría un café con Iglesias. Y sin embargo se parecen mucho más de lo que admitirían jamás.