La quimioterapia es un cóctel que se inyecta a los enfermos de cáncer, un veneno sanador, una fórmula química cuyos efectos secundarios son devastadores. Este producto hace mucho daño en la estructura corporal: deja secuelas en piel, en el sistema nervioso, en el cabello, en la vista, en las uñas y en la boca, aunque hoy por hoy es el único remedio fiable. Según las pruebas obtenidas se trata a cada enfermo personalmente porque cada cáncer es diferente. Durante casi tres años, he sido tratado con tres quimios y ninguna de ellas ha dado el resultado apetecido; la enfermedad avanza lentamente. A primeros de mes me someteré a otra toma de nuevos productos, hasta hoy desconocidos. Para atajar esta maldita enfermedad he probado métodos alternativos, como la homeopatía, el veneno azul de Cuba, la hipertermia --elevar la fiebre hasta 40º; yo llegué a 39,2º--, inyecciones, pastillas y varios etcéteras. Mis amigos me siguen recetando fórmulas mágicas y me aconsejan que visite a un indio de Delhi; otro me dice que vaya a Houston (Tejas, EEUU); otro, que beba solo zumo de uva blanca durante 30 días, volverme vegetariano integral y tomar un nutriente celular. Creo que al final iré a ver a un brujo del Africa profunda o enviaré señales de humo al dios Manitú. Es lícito probarlo todo antes de palmarla. La lucha del enfermo contra la enfermedad ha de seguir pese a los dolores, las secuelas, los tratamientos agresivos y las pruebas y más pruebas. Lo triste es lo que le ha ocurrido al niño de 2 años que ha fallecido en el hospital de la Fe de Valencia, por la mala aplicación de dosis de quimioterapia.

Abraham Méndez Ramos **

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