XCxonocí a Adolfo Suárez cuando era un hombre joven, un encantador de serpientes. Cualidad que, sumada a sus muchas ambiciones, hicieron de él un político fuera de lo común, en un tiempo en que todo el poder estaba en manos de quienes habían ganado la guerra civil. La necesidad de salir adelante obligó a Suárez a adentrarse en un mundo que no le correspondía --era un desclasado puro--, pero al que no le quedaba otro remedio que acceder si quería hacer carrera política. Y quería, vaya si quería.

Para llegar a obtener la confianza de hombres como Herrero Tejedor o Carrero Blanco , Suárez desplegó toda la habilidad de la que fue capaz. Lo hizo y no defraudó a la afición, lo que le permitió convertirse en un joven con un futuro brillante. Claro que ninguno de los que le habían apoyado pudo imaginar entonces que sería el chico de vila el encargado de demoler, desde las entrañas del régimen, los pilares que lo sostenían.

De la mano del Rey Juan Carlos , Adolfo Suárez llevó a cabo la ardua tarea de instaurar la democracia en España, convirtiéndose así en uno de los políticos más admirados y vilipendiados del país. Admirado por quienes no han tenido reparos en admitir que gracias a su cintura política pudimos llegar donde hemos llegado. Vilipendiado por esa derecha cerril, nacida para mandar, que nunca le perdonó que legalizara el PC y se hiciera amigo de Carrillo , la bestia negra del franquismo. Fue precisamente Carrillo, que le conocía bien, quien primero se dio cuenta de que algo malo le ocurría a Adolfo cuando le oyó decir que el "mejor presidente" de los cuatro que había tenido la democracia española era Aznar . Desde entonces, invierno del 2004, poco o nada se ha sabido de él. Abandonó la escena política sin hacer ruido, después de que Adolfo , su hijo, sufriera un buen revolcón electoral en Castilla la Mancha. Ha sido García Abad , periodista de fino olfato, quien ha sacado a la luz la situación de Adolfo, que padece una enfermedad de la mente que le impide tener conciencia del tiempo y de los sufrimientos que le ha dado la vida en los últimos años.

Son muchos los artículos elogiosos que se han escrito estos días y pocos me parecen si tenemos en cuenta lo mucho que le debemos por haber defendido con la palabra lo que a otros les hubiera gustado defender con las armas. Y aunque sé que nada de lo que diga puede afectarle, no pierdo la esperanza de que en algún rincón de su cerebro brille la luz para que pueda oír lo que de él se dice.

De la mano del Rey, Suárez instuaró la democracia en España, convirtiéndose en uno de los políticos más admirados, por los que admiten que sin él tal vez no hubiéramos llegado hasta aquí, y vilipendiados por la derecha cerril