Ando en una situación que no acabo de entender bien, así que he tenido que fabricarme una palabra para expresarla adecuadamente: es «lucidumbre». Seguramente habrá alguien a quien se le haya ocurrido usarla -nada hay nuevo bajo nuestra estrella-, pero para mí es un auténtico neologismo, muy útil, que ahora reclamo como propio. Y todo porque estoy a mitad de camino entre la lucidez y la incertidumbre. O mejor, inmerso en ambas situaciones, a ratos con las ideas claras, a ratos con una zozobra que me marea las neuronas.

¿Certezas? Todas la que quieran. La primera, hipercomentada ya, la evidencia de que nuestros diputados -sus señorías, qué cursilada-, y nuestros políticos siguen interpretado unas sesiones broncas y desagradables y unas comparecencias en los medios plenas de autosuficiencia y acritud. Frente a ella, mi creencia en que, con esos modales, no representan a la mayoría de ciudadanos que somos de condición más apacible y más respetuosos en nuestras relaciones públicas, en nuestro trato diario. ¿Otra convicción? Pues la derivada del pasado desahogo del comino y su señoría independentista. No era necesario que lo explicitase, aunque siempre se agradece la sinceridad, pero creo que ni antes ni desde entonces nadie habrá tenido dudas de lo poquísimo que le importa al independentismo catalán lo que le ocurra a España y lo muchísimo que le interesa olvidarse de ella. Y otra más, y lo expreso con vergüenza: que el nuevo presidente no es de fiar. Me gustaría escribirlo de otra forma más suave, pero es lo que veo y ven muchos españoles. Por supuesto, el presidente no es el único que me proporciona poca confianza, tanto en su partido como en los demás. Pero se da la interesante circunstancia de que solamente él es el jefe del Poder Ejecutivo y eso es mucho poder. Podría seguir, pero no caben más certezas.

Pero, ¿y LAS lucidumbres? Ahí está el problema. Esas son las que me incomodan. Por ejemplo, yo también pienso que el rey es criticable, por más que lo respete como representación máxima de mi país, aunque por admitirlo no creo que me convierta en un nacionalista irredento. Igualmente pienso, como afirma la derecha, que pactar con quien quiere romper España (y esto no es una metáfora) y pretender gobernar durante cuatro años con su apoyo es realmente un absurdo, pero al mismo tiempo comprendo claramente que en Cataluña hay un grave problema político y a lo mejor sería bueno darle una oportunidad a ese nuevo camino que han emprendido el presidente y ERC, camino que en absoluto convierte a Pedro Sánchez en un «traidor» por iniciarlo. También coincido en que en España no hay presos políticos, pero desde luego Junqueras y sus compañeros están en la cárcel por delitos de origen político y no por haberse enriquecido con dinero ajeno como algunos políticos de otros partidos. Sin tener la menor idea de justicia, códigos y penas, en su día me pareció bien que se les juzgase y condenase, pero también me pareció excesiva la pena impuesta. Por eso dudo si quizá no convendría que se revisase ese delito de sedición en nuestro Código, aunque pueda verse como una artimaña del presidente para indultarlos de tapadillo. Incluso algunas propuestas de Vox, con quienes no comulgo en casi nada, no me parecen tan «fachas» como algunos pretenden y al menos habría que considerarlas. Como la de que algunas competencias autonómicas regresen al ámbito del Estado. Por ejemplo, la Enseñanza que, interpretada como competencia propia de emiratos o de taifas, nos depara la curiosa inmersión lingüista practicada en Cataluña o los extraños «pin parentales» cosechados en las feraces tierras de Murcia.

En fin, que me juzgo y me siento un ciudadano libre que tiene opiniones razonadas sobre los problemas políticos, pero que, al mismo tiempo, considera que algunas de las propuestas de los diferentes partidos son más o menos aprovechables, lo que me plantea dudas razonables. Y por otra parte, como siempre fui poco amigo de simplificaciones y aquiescencias enfervorizadas, ahora me repugna el pensamiento único, el pensamiento unidireccional que se practica.

*Catedrático de instituto jubilado.