La semana pasada acudí a Garrovillas a un acto público en el que intervenía, entre otros oradores, la ministra de Trabajo Magdalena Valerio. Todo hacía presumir que nos íbamos a congregar en ese lugar un número sustancioso de público. Sin embargo, no es del aforo, ni del contenido, ni de los oradores, de lo que quiero hablar hoy. Prefiero referirme a los espacios, a los lugares.

La actividad se desarrolló en el Corral de Comedias. Un sitio tremendamente singular con una distribución de las sillas y de las filas muy próxima al escenario y sobre todo, con una parte superior ( el denominado “gallinero”) desde donde la gente podía disfrutar de una panorámica especialmente bella.

Es cierto que estoy acostumbrado a participar en actos culturales. No lo es menos que, afortunadamente, y gracias a la gestión de los gobiernos del PSOE en Extremadura, no hay pueblo que no tenga una Casa de la Cultura donde celebrar acontecimientos de este tipo.

Sin ir más lejos, sólo 7 días antes había estado en el mismo Garrovillas para presentar el libro de Santiago Molano, un autor local. En ese caso y también ante numeroso público el acto se celebró en la Casa de la Cultura del pueblo.

Pero volvamos al Corral de las Comedias. Mientras escuchaba a Elisabeth, la alcaldesa, a Miguel Ángel Morales o a la propia Magdalena Valerio, no podía evitar sustraer mi pensamiento a dirigirme hacia los miles de discursos, de representaciones, de actuaciones… que se habrían vivido allí.

Los ecos de las voces de las personas que durante cientos de años pasaron por la tarima de ese escenario, me evocaban sus figuras, sus imágenes. Y de esta forma llegaba a reflexionar sobre la diferenciación de lugares como éste que hacen tan especial acudir a cualquier tipo de evento. Le dan un valor añadido.

Gracias a los responsables públicos por preservarlos, pero sobre todo mi agradecimiento es mayúsculo por mantenerlos activos.

Volveremos. *Historiador y diputado socialista