Escritor

Uno no puede estar en todas partes y menos a la vez. No sé si lo del don de ubicuidad se alcanza con la práctica, como la levitación, pero por ahora, insisto, a pesar de lo que quisiera, por veloz que vaya, no puedo estar más que en un sitio a una hora. El pasado miércoles, sin ir más lejos, habría estado al mismo tiempo en Cáceres y Plasencia; presentando en la capital la última novela de Sánchez Adalid y leyendo unos papeles en la clausura del curso del Ateneo de mi pueblo. A decir verdad sólo estuve en la biblioteca del Colegio de Abogados hablando de La tierra sin mal a costa, eso sí, de quedar mal con mis paisanos que volvieron a contar conmigo sin que ello fuera posible.

Este defecto mío de no abarcarlo todo también me impidió acercarme a la celebración de la primera década de vida de la revista literaria La luna de Mérida que tuvo lugar en la Biblioteca "Jesús Delgado Valhondo" de Mérida la pasada noche de San Juan. Mal que me pese, ni siquiera la magia de esa noche mágica pudo llevarme allí. Sé por amigos que sí estuvieron y por la prensa que fue todo un acontecimiento. Tratándose de Ana Crespo y Marino González no me extraña. Seres imaginativos e inquietos donde los haya, organizaron un acto con antorchas, actores y relatos que hizo las delicias de las cienes de personas presentes.

Si meritorio es que una revista alcance en Extremadura (y en España y en el mundo, da igual) los diez años de vida, no lo es menos que siga existiendo la editorial De la luna libros, que también codirigen los antes mencionados, como fue, en fin, un prodigio que pudieran mantener tanto tiempo abierta una librería, La luna, a un paso del Museo de Arte Romano, cuando ya se sabe lo que se lee por éstos y otros lares. Por eso me alegró especialmente que uno de los Premios al Fomento de la Lectura, en su primera edición, fuera para ellos.

No es sólo lo que han resistido, los libros y revistas que han editado (tan singulares, tan hermosas) y mil detalles más que no tengo más remedio que obviar, es también la atención que han prestado a las nuevas voces, a los jóvenes y noveles, esa gente a la que casi nadie se puede permitir el lujo de hacer caso y menos que nadie los editores, aunque eso en Extremadura, gracias a las becas a la creación, las ayudas a la edición y la Editora Regional sea menos grave que en el resto del país. Pueden servir como ejemplo dos nombres de su cuadra, autores emergentes por ellos descubiertos y a los que, con razón, tanto miman. Me refiero a la narradora morala Pilar Galán y al autor teatral Juan Copete.

Por todo lo dicho, y por lo insinuado, tendrán que convenir conmigo que estos lunáticos amigos de Mérida son necesarios. También por eso concitan el desinteresado interés de los escritores que nunca se niegan a colaborar en sus proyectos.

El último, por ahora, el número 15 de su revista que reúne relatos breves o microrrelatos (que homenajean a Monterroso) de 69 autores, entre los que se encuentran, además de cuentistas, poetas, periodistas, pintores, cantantes, novelistas, críticos literarios y políticos.

Como ejemplo de la calidad de la muestra, el cuento de Gonzalo Hidalgo, El balcón , que dice: "Dejó de cortarse las uñas sobre las macetas cuando advirtió que las rosas florecían con arañazos".