El alzhéimer, una enfermedad vinculada a la longevidad, se ha convertido en una verdadera plaga del siglo XXI. Ayer se celebró el día mundial dedicado a este mal, por lo que es un buen momento para que se extienda la reflexión sobre la situación de las investigaciones, la atención del sistema sanitario a quienes lo sufren y los devastadores efectos que padecen las familias de los afectados. Algunas informaciones señalan que en España hay unos 850.000 enfermos de alzhéimer, y esas cifras irán en aumento conforme avance la esperanza de vida, puesto que el origen del mal es un proceso de destrucción neuronal que tiene mucho que ver con la edad.

Las administraciones públicas deben, por tanto, respaldar la inversión en este duro combate y acelerar las ayudas en el terreno de la ley de dependencia. Por otra parte, las investigaciones con células madre, rechazadas por la Iglesia católica y por sectores ideológicos retrógrados abren un camino de esperanza para combatir enfermedades como esta, por lo que hay que defender tal instrumento, siempre dentro de los criterios, no siempre claros, de la ética en el terreno de la ciencia.

El paso al frente dado por algunos personajes públicos al reconocer que sufren alzhéimer, ha supuesto una sacudida a las conciencias sobre un mal que permanecía muchas veces en la intimidad familiar cuando no en el secreto que acompaña a las enfermedades malditas. Hoy se abre una luz de esperanza con los avances en el terreno del diagnóstico y en los medicamentos para reducir los efectos. Pero también por el rearme de la sociedad contra este mal de nuestros días.