WLw a caída en aguas del Atlántico, el pasado 31 de mayo, del avión de Air France que cubría la ruta entre Río de Janeiro y París, y la dramática consecuencia de la muerte de las 228 personas que iban a bordo, ha originado, además de la consternación propia de un accidente de esa envergadura, inquietud por el desconocimiento de los fallos técnicos que lo causaron. Las cajas negras del aparato aún permanecen en el fondo del Atlántico, y esto dificultará el esclarecimiento del siniestro, por lo que de momento todo son meras hipótesis.

Lo único que parece claro es que los sensores que miden la velocidad del avión no funcionaron correctamente y que esa circunstancia quizá alteró el comportamiento del aparato, pero de eso no puede colegirse que esa fuera la causa de la caída. Eso es, al menos, lo que concluye el organismo francés que investiga el siniestro. El problema adquiere tintes más inquietantes a raíz de que se haya conocido que una nota interna de Air France de noviembre pasado constataba un "número significativo" de incidencias de ese instrumento de vuelo en los modelos A330 (es decir, el del avión siniestrado) y A340 de Airbus desde mayo del 2008, anomalías ya admitidas por el propio fabricante en septiembre del 2007.

La Agencia Europea de Seguridad Aérea aseguró ayer que todos los modelos de Airbus pueden volar "con completa seguridad". Sin embargo, Air France va a acelerar la sustitución, ya prevista, de los sensores de velocidad de sus 15 aviones A330 y sus 19 aparatos A340. En España, la mayoría de las compañías que disponen de Airbus los han equipado con sensores más modernos, por lo que no se plantean su sustitución.

Todas estas zonas de sombra de la tecnología deben recibir sin demora la luz de una investigación a fondo, y no solo para depurar las responsabilidades judiciales a que hubiera lugar y dar a los familiares de las víctimas una explicación que, al menos, sirva para mitigar su dolor. Porque no estamos solo ante un accidente de aviación, sino ante un suceso que puede ser decisivo para el devenir de una empresa puntera europea, como es EADS, en la que España participa al lado de Francia y Alemania. El consorcio aeronáutico que fabrica el Airbus es una pieza estratégica clave desde el punto de vista industrial y de creación de empleo, y sus responsables deben ser los primeros interesados en despejar dudas sobre un proyecto que tiene en Estados Unidos y la compañía Boeing el gran competidor internacional. Los millones de europeos que este verano viajarán en Airbus para disfrutar de las vacaciones merecen subir a bordo con la mayor tranquilidad.